martes, 11 de enero de 2011

Simple/Complejo



Como destinados a la fatalidad, México se cuece bajo la flama de la sucesión presidencial. En algunas columnas ven inteligencia política donde sólo está el desvarío que subyace en la disputa por el poder. Donde se aprecia la jugada de ajedrez no se tiene la perspicacia de percibir el abandono del país. ¡Ah miserables! que animan un espectáculo que no sacará de su condición a los jodidos.


Lo dicho, el deporte nacional por identificar al tlatoani ha iniciado. En el nombre de la democracia se exhibirán inmundicias en videos, el lenguaje procaz aparecerá oportunamente para descalificar al adversario. No hay reflexión abundante que aparte a la política de lo ya vivido en las dos últimas elecciones presidenciales.


Suponer que la disputa política se da dentro de un proceso electoral simple (idilio) mientras se despliega en la realidad un proceso electoral complejo que apela al odio. Esta diferenciación propuesta en otra ocasión la recupero.


Lo simple se entiende como si el proceso electoral sólo tuviera tres puntas, electores, partidos y autoridad electoral autónoma. El triángulo se desbarata cuando se da la intervención ilegal de autoridades civiles, de poderes fácticos e, incluso, del crimen organizado. Esta intervención, que constituye el proceso electoral complejo, borronea las propuestas, juega a la suma cero y termina por dar satisfacción al interés de unos cuantos marginando a la mayoría de la sociedad.


De manera destacada, desde los poderes fácticos se distingue la industria del entretenimiento: radio y televisión comercial. Su capacidad para encumbrar y hundir a su antojo, un día se promueven las virtudes del político con el que tienen acuerdos y al otro día pueden hasta borrar su imagen. Esto es una advertencia para Enrique Peña Nieto. Ni qué decir que la industria del entretenimiento será una aduana difícil de pasar para Manlio Fabio Beltrones, Santiago Creel o Andrés Manuel López Obrador.


Por eso existen dudas para considerar “que las reglas del acceso al poder político ya no son el problema en la legitimidad del Estado” como lo afirma el senador Beltrones (Reforma 11-01-11) Precisamente porque “la pobreza y la desigualdad, la falta de oportunidades de empleo y la violencia son pendientes que vuelven a poner en cuestión la vigencia de nuestras instituciones y de nuestras leyes”.

No se puede seguir disociando la democracia electoral de tanta desigualdad social.

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