viernes, 3 de diciembre de 2010

La debacle de calderón news





La información proporcionada sobre las intimidades diplomáticas entre el gobierno mexicano y el estadounidense en el escándalo llamado cablegate, motejado así en asociación al caso Watergate de los años setentas del siglo pasado, cuando una filtración de información secreta tuvo el efecto de defenestrar al presidente de Estados Unidos en ese entonces (Richard Nixon).



La información referida a México confirma lo que en medios nacionales no adictos al régimen ya se difundía, en temas como la descoordinación de las agencias gubernamentales para combatir al crimen organizado o los signos de ineptitud gubernamental. La diferencia es que ya no se trata de la voz de los “malquerientes”, “amarillistas” o de los que “no saben hacer periodismo”. Las notas difundidas están soportadas en las afirmaciones, digamos percepciones, de la diplomacia norteamericana, en particular de la secretaria de estado Hilary Clinton y su excelentísimo embajador Carlos Pascual (Nada de que espantarse, así es la diplomacia imperial como lo demostró con su investigación historiográfica La Guerra Secreta el recientemente desaparecido historiador Friedrich Katz)



Desmentir lo filtrado no le resultará fácil al gobierno porque esa información ya era del dominio público a través del periodismo que no ha cejado en su constante crítica. Las filtraciones pueden funcionar como una confirmación de lo previamente informado. Acaso la inteligencia norteamericana abreva más en la prensa adversa al gobierno mexicano, antes que en la propaganda gubernamental y los medios que le son afines, incondicionales. La estrategia de medios -calderón news- desde el inicio de la actual administración no ha podido revertir la ilegitimidad de origen. WikiLeaks ha terminado por sepultar la estrategia. El punto no es desgarrarse las vestiduras con la práctica de las filtraciones. Lo que vale dilucidar es como las instituciones dan cauce a un gobierno que las destruye. Cómo es que se dan instituciones autodestructivas. Esto sucede cuando las instituciones se consuman en entramado de simulación de lo que postulan como principios y valores.



Lo que mal empieza, mal acaba.





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