El resultado desapercibido del cuatro de julio es el apagón de la vida política. Estamos a oscuras. El resultado de las elecciones no contuvo la nota roja, ola sangrienta del crimen organizado. La violencia sigue ahí y la política es incapaz de acotarla. Golpes espectaculares, como el de diciembre pasado en el que se aniquiló a uno de los Beltrán Leyva, por ejemplo, no ha detenido la ola expansiva de ejecuciones en el sur del país. Lo que antes se concentraba en los estados de Michoacán y Guerrero, Acapulco para ser precisos, ahora se extiende al estado de Morelos. ¿Qué se logró con tan espectacular operativo? Multiplicar la acción de los cárteles. Y no se diga en el norte del país. Si los operativos en contra del crimen organizando no han reducido la acción de los delincuentes algo está pasando y no somos informados.
Todos vivimos en peligro y el estratega no se da cuenta. En medio de la violencia incontinente, esta semana se ha vivido en la esfera política la defenestración más lente que le haya ocurrido a un alto funcionario. Después de meses, el rumor se hizo noticia: Fernando Gómez Mont dejó la secretaría de gobernación. De nada servirá el cambio si no se analiza que está pasando en el proceso político mexicano. Y no le quieran cargar responsabilidades al nuevo secretario José Francisco Blake, él sólo es una pieza desechable más. El responsable es Felipe Calderón que no ha acertado con los nombramientos en ese despacho.
Empezó con Francisco Ramírez Acuña, un político atrabiliario cuyo único mérito fue destapar la candidatura presidencial de Felipe Calderón. Le siguió Juan Camilo Mouriño, cuya verdadera vocación era el sector energético en su vertiente privada. El mencionado Gómez Mont, un litigante penalista metido a concertar ¡Qué despropósito! Bueno, ahora con Blake Mora ya estamos curados de sorpresas y en la prensa casi nadie le otorga el beneficio de la duda. Y como que no ha sido el fuerte del PAN gobierno armar el gabinete presidencial desde los tiempos de Vicente Fox.
¿Qué está pasando? Muy sencillo, en México se vino dando un cambio de manos en la toma de las decisiones públicas –disfrazado de democracia electoral- en el que los políticos cedieron esa capacidad a los grandes empresarios, realidad que se hizo más que evidente con la alternancia. Los políticos se devaluaron, ya por la corrupción, la impunidad o simplemente por no cumplir expectativas de la población. Esa autonomía relativa propia del Estado, extensiva a sus operadores en la clase política, ya no existe. Los políticos se manejan como una mercancía más, no tienen ideología fiable, viven de pedir favores a los ricos. En esas condiciones no le sirven a la sociedad. El caso es que el ciclo de la confianza en los empresarios como conductores de los asuntos públicos ya se terminó. El ejemplo demostrativo de esta afirmación es el alcalde de San Pedro Garza García en el estado de Nuevo León. La gestión de Mauricio Fernández ha dado la pauta para dar por concluido el ciclo. Zapatero a tus zapatos.
Por eso no puede uno irse con la finta del tronante artículo que proviene de los mismos empresarios, o mejor dicho, de uno de sus Juniors que ahora critican a Felipe Calderón cuando ésos empresarios han sido los beneficiarios del embrollo actual y ahora quieren salir por peteneras. No coman cuentos, el hijo de Caludio X. González, que también los es putativamente de Luis Téllez Kuenzler, no es la persona mejor calificada para criticar a la actual administración. Es corresponsable del desbarajuste, cree que se puede ir por la vida con la doble cachucha de iniciativo y de servidor público.
Ése es el principal embrollo del proceso político en México que ahora está de apagón. Equivocadamente se piensa que sólo con las elecciones se puede salir de la actual situación. Como no se resuelve nada con ello se da rienda suelta a la especulación de los próximos eventos electorales, incluyendo el 2012. No hay que hacerse bolas, los políticos deben reasumir responsabilidades bajo condiciones de sufragio efectivo y escrutinio público. Ahí está el switch para alumbrar la política y no es pedir mucho. Pero no se quiere entender y se reedita el viejo juego del tapado, de revisión de caballadas y formación de cargadas. Así como en el pasado que no se ha ido.
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