Cada día que pasa son más los mexicanos que se sienten agraviados por el gobierno en turno. Desde sabe qué medios adivinatorios le hicieron creer lo imposible, acceder a la Presidencia de la República. Desde entonces Felipe Calderón se volvió loco y el poder le ha servido para cumplir sus perversiones sádicas. Cómo disfruta la destrucción del país, le es placentero el sufrimiento de sus gobernados a los que ha agraviado desde que hacía campaña para presidente. Los volvió agraviar cuando no tuvo el valor de revisar el contenido de las urnas, además de no reconocer las formas chuecas de allegarse votos gracias a la colaboración de varios gobernadores norteños del PRI que nunca terminarán de lamentar su equivocación.
Nada más tomó posesión, FCH inició su estrategia que denominó guerra al crimen organizado, la cual colateralmente ha agraviado a mexicanos ajenos a la delincuencia organizada. La matanza generada no lo conmueve y el régimen de derecho no queda bien parado en esta estrategia. Como sádico consumado, pide comprensión y apoyo a los ciudadanos que aprecia como sus clientes masoquistas. Hace de la publicidad oficial una ostentosa y onerosa herramienta que por contraste hace más grande el sufrimiento de los agraviados que no se ven incluidos en los beneficios de la política económica, por la educación en declive, al igual que el sistema de seguridad social y de pensiones en degradación. Este sádico que se las da de gobernante es burlón, desfachatado, dice preocuparse por la obesidad que se extiende como enfermedad entre la población y les pide que coman sano. Se ríe a sus adentros porque sabe que los ingresos que tiene la mayoría de la población no alcanzan para cumplir una comida sana. Mala comida se realiza y no siempre tres veces al día pues en este país ya se hizo tradición saltarse una comida al día, verdad de Ernesto Cordero. Con secreto deleite ha disfrutado del incendio de una guardería y la muerte de 49 niños pues le regaló la gubernatura de Sonora a su partido el PAN. Con fruición ha decretado la extinción de la compañía de Luz y Fuerza y el cese fulminante de sus trabajadores echados a la calle. Todo un divertimento emocionante le ha parecido desalojar trabajadores en huelga minera de la socialmente heroica ciudad de Cananea. Eso sí, no está dispuesto a que ningún alto funcionario designado por él sea sometido por sus acciones u omisiones. La impunidad es la ley.
Lo que menos interesa es gobernar, no importando si el contingente de los agraviados sigue creciendo en número. De lo que se trata es operar la sucesión presidencial del 2012. Esto último es la conclusión más socorrida en la opinión de los medios impresos. Es muy probable que el pequeño grupo gobernante se salga con la suya, pues sólo quien maneja la ley en sentido faccioso, bordando por los extremos de las facultades metaconstitucionales puede hacer lo imposible, aunque nunca quede claro el para qué.
Confiar en que los procesos electorales por sí mismos detengan este abuso de poder es ingenuidad y ganas de repetir una variante del 2006. Ahora Enrique Peña Nieto sería el objetivo a descarrilar, como lo fue López Obrador, pero con una alianza PAN-PRD, que llevada a sus últimas consecuencias orientaría el voto en los estados gobernados por el PRD hacia el candidato de la derecha. Manlio Fabio Beltrones estaría en la ruta de la fabricación de una leyenda negra como la que marcó a Roberto Madrazo. Frente a esta variante hay otra opción. De lo que se trata no es de apoyar a tal o cual prospecto presidenciable, sino de restablecer la legalidad lesionada desde la misma autoridad para construir las avenidas hacia el bienestar que muchos mexicanos reclaman. Para alcanzarlo la movilización social es necesaria, que los políticos estén dispuestos a justipreciarla, a darle su apoyo. No es cuestión sólo de votos, sino de denuncia permanente hasta germinar una era de concordia entre los mexicanos. Al actual gobierno le vale un comino la situación lamentable que vive el país y sus habitantes.
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