En cuestión de días la agenda de campaña se sacudió y descolocó la temática PAN-gobierno alrededor de la narcopolítica, asunto que los medios compraron golosamente. Un tema que se estableció para combatir a la oposición, en particular al Partido Revolucionario Institucional. Un tema que el año pasado lo colocó en la prensa internacional Guillermo Valdés, director de Centro de Investigación en Seguridad Nacional, a través de una entrevista concedida al Financial Times. Tema que recolocó el secretario de economía desde París, en una “conferencia privada” donde afirmó que en la próxima elección presidencial podría llegar un narcopresidente. No fueron declaraciones fortuitas, pero si irresponsables. Fue el antecedente de una estrategia que este año, antes de iniciar formalmente las campañas, Germán Martínez Cázares fijó en la agenda del debate: asociar la narcopolítica con el PRI. Una estrategia de alto riesgo si no se tenían todos los pelos de la burra en la mano, estos es, si se encontraba el mismo gobierno y el PAN libre de complicidades con los narcotraficantes.
Este supuesto se vino abajo ante la opinión pública cuando la semana pasada altos funcionarios encargados de la seguridad en el estado de Morelos, gobernado por el PAN, se separaron del cargo e, inmediatamente, fueron arraigados por la autoridad federal por supuestas ligas con el narcotráfico. La cosa empeoró para la estrategia cuando de un penal del gobierno de Zacatecas se fugaron cincuenta y tres delincuentes ante la pasividad y complacencia de la autoridad estatal. Autoridad representada por Amalia García, que no obstante de pertenecer al Partido de la Revolución Democrática –partido que organizó la protesta en contra del resultado de las elecciones presidenciales del 2006- ha sido una de las aliadas más fieles que ha tenido Felipe Calderón. Con ello la estrategia panista de campaña perdió credibilidad, tan es así que Germán Martínez no se midió al defender a los dos gobernadores. Con ello se cortó la lengua el dirigente del PAN y se convirtió en un lastre para la campaña de su partido.
Sincrónicamente a lo comentado, el discurso de fortaleza económica que alimentó el gobierno desde diciembre de 2007 se hizo insostenible. Felipe Calderón se la pasó vendiendo expectativas a contrapelo de la realidad de que México no tendría crisis como en el pasado porque él, su gobierno, sí sabían manejar la política económica. Se habló del barco de gran calado, se comparó el malestar de la economía con un catarrito, se dijo que se tenía el mejor equipo de gobierno en materia económica, se hicieron todos los blindajes y no se sujetaron la lengua. Se hizo todo lo posible porque la crisis no asistiera a las campañas electorales de este año y la crisis asiste hoy a las campañas con puntualidad. Por más que el gobierno la desinvitó, la crisis fue invitada por la realidad que no sabe de fronteras, ni de expectativas. La crisis llegó, fue reconocida, en el momento menos oportuno para el gobierno: las elecciones. Todo un manjar para la oposición.
Hoy se sabe, por información del INEGI, que esta crisis es más ruda que las vividas en 1982 y en 1995. Otra supuesta distinción de los gobiernos presididos por panistas se hace añicos. La consecuencia para el equipo de gobierno es otra víctima en el gabinete: Agustín Carstens, el secretario de Hacienda.
La invitada incómoda se acomoda fatalmente a la estrategia de referéndum planteada por el PAN-gobierno: si la oposición gana la mayoría en el Congreso la tentación del juicio de procedencia contra Felipe Calderón quedará como posibilidad objetiva, si el PAN gana la mayoría no será creíble.
Ante lo ominoso es mejor que se vaya elaborando un borrador del acuerdo nacional para el día después de las elecciones.
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