Los sucesos económicos de los últimos meses han echado por tierra promesas del PAN, aquellas de que sus gobiernos evitarían las crisis económicas y las devaluaciones del peso. A media semana ha caído otra de sus baladronadas, la de no endeudar al país. Lo dicho ya no se sostiene pues el gobierno de Felipe Calderón ha solicitado una línea de crédito por 47 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional, dólares que se suman a los 30 mmdd que tiene apartados con la Reserva Federal de los Estados Unidos. Y no por falta de reservas es que se han asegurado estos créditos, sino que de algún modo se tenía que detener la ola especulativa que las venía minando aceleradamente.
Al anuncio de estos compromisos, la administración calderonista no ha enlistado medidas que contribuyan al uso óptimo de esos préstamos en su orientación a la creación de empleos y la generación de empresas en el sentido de apoyar el crecimiento económico. Hay que tomar en cuenta que antes que se desatara la crisis, Felipe Calderón y su equipo no supieron establecer un efectivo programa de empleo y de infraestructura. Y no porque no tuvieran recursos, sino porque están limitados por su visión de la economía. Mientras no se diga explícitamente lo contrario, los recursos adquiridos vía crédito bien pueden tener por destino grandes empresas que hicieron uso especulativo de su capital y cayeron en quiebra. Hasta ahora el gobierno no ha dado ni una indicación respecto al cambio de la política económica y está dispuesto a seguir la política que nos ha llevado a la situación actual, aunque la crisis nos ha llegado de afuera. Esto último realmente no tiene importancia cuando se ha aceptado la globalización económica.
Frente a esto, desde el lado de la política tampoco se atreve el gobierno, desde su partido, a dar muestras de estimular una mejora en la convivencia democrática. Por el contrario, se va acomodando alegremente en las formas del autoritarismo que condenaba. Utilizar los recursos de la Lotería Nacional para apoyar campañas del PAN es apenas una muestra de la porquería mayor que se oculta.
Qué mejor manera de ocultar el cochinero propio que apostar a las campañas sucias. Campañas que dejan ver dos interrogantes sobre las cuáles no hay la menor preocupación por despejar en los medios: ¿Por qué no se han levantado denuncias ante autoridades competentes? ¿De dónde se ha obtenido información para hacer esas campañas? El PAN se dedica al espionaje o alguna agencia gubernamental les dispone información. Por venir de quien viene no debería sorprendernos. Recordemos la investigación del panista Lozano Gracia y la invención de investigaciones. Recordemos como el Pemexgate nunca demostró nada. Recordemos el proceso del desafuero contra López Obrador. Recordemos el montaje de la detención de la secuestradora francesa Florence Cassez.
Se puede afirmar que ante la mayoría de la sociedad los panistas se han quedado sin crédito y en menos de diez años tienen una gran deuda en materia de justicia. Incluso en la acción más legítima emprendida por el actual gobierno, el combate al crimen organizado, la justicia brilla por su ausencia. Van más de diez mil muertos y son pocos los procedimientos, si los hay, que lleven a la conclusión jurídica de cada caso y a la sanción de los victimarios.
Es de cuestionarse ¿Vale que una población golpeada por la crisis económica y la violencia, que ahonda sus niveles de desocupación y desigualdad social, sea convocada a participar de campañas de odio? México tiene demasiados problemas como para inventarse uno más. Que no se argumente que así son las campañas electorales. El país no está para polarizaciones inducidas desde la política y su población no aguanta. Mañana se lamentarán que una parte de la población quiera hacer jabón a la otra, aunque hoy celebren el trimestre de Germán.
Por eso se reitera la convocatoria a no votar por el PAN.
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