No hay porque sorprenderse. Las actuaciones de los últimos días son una reedición del terrorismo verbal que ha acompañado a las últimas elecciones federales. Situar al electorado ante la disyuntiva entre los buenos y los malos. Es un ardid primitivo y apocalíptico ante el cual la modernidad ha sucumbido, de Hitler a Bush, por mencionar casos atendibles a un mayor espectro generacional. No es cuestión de razones y propuestas. De lo que se trata es el que el miedo decida. Fox y Calderón son un ejemplo en la experiencia mexicana reciente.
La estratagema funciona no por su lógica supuestamente bodadosa, sino por la estructura poder que la promueve. Si durante muchos años vivimos bajo un pacto corporativo que se proponía inclusivo, lo que hoy prima es una santa alianza entre empresarios y la iglesia católica que usan la institución política PAN para imponer su punto de vista, su opinión, al resto de la sociedad.
¿Cómo lo pueden hacer? Es muy sencillo. Ya no hay “prensa vendida”. La prensa tiene dueños, sobre todo los que tienen alcance en radio y televisión. Son esos concesionarios los que pueden encumbrar y destruir imágenes. Concesionarios que están ligados a otros intereses capitalistas. No es creíble que una organización política socialmente insignificante como el PAN pueda convertirse en un mensaje aturdidor sin una amplia base social. El cuento de que la campaña por internet de Germán Martínez Cázares haya podido reposicionar al PAN en las encuestas es un truco. Han sido los medios privados los que han dado realce al PAN y silenciado a la oposición (hay excepciones). Es increíble que la corrupción y el subejercicio de los actuales gobernantes no sean suficiente para mandarlos a la cárcel. Es la misma práctica del pasado. La diferencia está en que antes la conducía el régimen de la revolución y ahora la dictan la santa alianza entre la iglesia católica y los empresarios.
No hay porqué hacerse bolas. El desempleo, la violencia y la violación sistemática del estado de derecho se han impuesto en el país desde el momento en que lo social ha pasado a segundo lugar. Lo inicuo lo han vendido por inocuo. Es la misma campaña que padeció Francisco Labastida y Roberto Madrazo, Cuahtémoc Cárdenas y López Obrador.
El actual gobierno no tiene voz, la voz es de los capitanes de la iniciativa privada. Su representante de mayor conspicuidad es Luis Téllez, reconocido por su labor de zapa dentro de los gobiernos priístas. Trapecista entro lo público y lo privado, se columpia diría José Carreño Carlón, cuya ordinariez y procacidad documentada no ha sido obstáculo para ser postulado como director de la Bolsa Mexicana de Valores. Valores que no precisamente han de ser éticos. Luis Téllez es insignia del desastre nacional, de la falta de valores o de la codicia como valor fundamental.
El PAN y quienes lo tripulan han decidido dividir al país en campañas de odio. Por eso, sólo por eso, no hay que votar por el PAN. Es inadmisible avalar la violencia y la pobreza generada por las administraciones panistas.
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