sábado, 10 de enero de 2009

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El miércoles siete de enero de esta semana, el presidente Calderón convocó a las élites del país a suscribir un acuerdo para apoyar la economía familiar y el empleo. Más bien se trató del anuncio de 25 medidas dispuestas en 5 ejes con el propósito de contrarrestar los efectos de la crisis global. A la crisis se le ha extendido carta de naturalización, reconocimiento al que se resistió el gobierno durante los primeros dos años de su gestión, muy a pesar que la escalda en el precio de la tortilla, en enero hace dos años, fue el anuncio del diluvio. Ni siquiera el crack bursátil de septiembre octubre de 2008 persuadió al gobierno a reconocer abiertamente la crisis.

Ha sido la respuesta keynesiana que han dado otros gobiernos en otras latitudes, junto con la presión empresarial a inaugurar una nueva etapa económica con el auxilio de un pacto, lo que ha persuadido a Felipe Calderón a tomar las medidas anunciadas. Se dice que las medidas adoptadas se dan en el camino correcto, es decir, sin desmontar la política económica de las últimas dos décadas, en apoyo final a los monopolios y las grandes concentraciones de capital en pocas manos. Se dice que las medidas son insuficientes pero peor es nada. En los hechos son decisiones del gobierno que deja para mejor ocasión la aportación de empresarios, trabajadores y organizaciones sociales. 25 compromisos gubernamentales acompañados de firmas que dan testimonio del anuncio.

En concreto no quedó un compromiso explícito del sistema bancario, cuál será su aportación al pacto. Lo que dijo el representante del empresariado fueron vaguedades. Y qué decir del representante obrero, nada que entusiasme a la clase trabajadora, se limitó a hacer un elogio del sindicalismo que tradicionalmente ha defendido todo lo que venga del gobierno, nada de hablar de la condición actual de los trabajadores, de los miles de jóvenes que ingresan al mercado laboral sin albergar mayor esperanza pues la red de protección social de los trabajadores se ha disminuido para ellos, es inexistente.

Las mismas corporaciones de siempre vuelven a firmar el llamado acuerdo económico, sin explicar su rutina calcada del saludo a la bandera que acostumbran, no se sienten obligadas pues no quieren exponer prebendas, mucho menos privilegios. El anuncio presidencial se dio en aras de apuntalar el frágil statu quo. No se trató de una convocatoria audaz que replanteará las concepciones que sobre la economía prevalecen en el gobierno, ni un llamado a condenar la codicia que sí se señala como paja en el ojo ajeno desde la cúpula del PAN.

Para concluir, el anuncio presidencial tiene implícito un acuerdo conservador antes de que a la plutocracia la parta el grito de ¡sálvese el que pueda!

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