lunes, 5 de enero de 2009

Palabras


Entre el año que concluye y el que inicia por lo general no atendemos las noticias. Es un hartazgo en el que la opinión parece un ejercicio de sobreanálisis prescindible hasta llegar a la disquisición sobre la precisión o no de llamar guerra al combate al narcotráfico. Eso es una nimiedad frente a las más de ocho mil familias adoloridas o el temor que ha echado raíces en la sociedad a causa de la inseguridad rampante.

En paralelo, el otro gran tema, el de la crisis económica, no puede ser endulzado con el optimismo que anuncia lo mejor después de la crisis, al menos no para los que quedan en el desempleo, peor si el cesante por su edad se le hace más remoto el acceso a un nuevo empleo, y ni hablar de conseguir un trabajo con justas prestaciones. Esa visión optimista de la crisis tal vez sea dable a las grandes corporaciones, a los monopolios, a las grandes empresas a las que la competencia no castiga y si lo hace no les faltará la ayuda del gobierno a los pobrecitos. En tiempo de adversidades, ver la luz al final del túnel requiere de más cooperación, por encima de la competencia, así lo han entendido las sociedades en tiempos difíciles. Cooperación que será escaza en un año de elecciones federales.

No se puede confiar en las élites que actualmente tienen en sus manos, pero no conducen, al país. No han sabido convivir en democracia y la consecuencia es grave, crear la peligrosa percepción de que el autoritarismo tiene la ventaja de unidad de mando. Para mayor contrariedad, con el inicio del siglo ocurre la colosal confusión en la forma de trasmitir la información oficial y la de promover mercancías. Al grado de que empresas como Televisa o Telmex se sienten autoridades capaces de decidir que conviene y que no a este país, dictan línea. En el extremo de esta confusión el gobernante se rebaja a ser publicista de Bimbo o Wal Mart. Es ferviente deseo de año nuevo impulsar una secularización sui generis, que separe el poder político del poder del dinero.

Lo que requiere el pueblo es de menos pasión y más emociones agradables, menos diversión y más alegría, para fundir las expectativas con el entusiasmo. Para lograrlo vamos a necesitar crecimiento en lo económico que llegue a la mesa de cada hogar, también necesitaremos altas dosis de civilidad en lo político. Así se contribuirá a combatir la inseguridad y se conseguirá el regreso de los soldados a sus cuarteles.

¡Feliz año!

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Pasión, acción de padecer, lo contrario a la acción, estado pasivo del sujeto, perturbación o afecto desordenado del ánimo.
Emoción, alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. Interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo.
Diversión, acción y efecto de divertir, recreo, pasatiempo, solaz, en el lenguaje de la milicia distraer o desviar la atención y fuerzas del enemigo.
Alegría, sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores (palabras, gestos o actos).
Expectativa, esperanza de realizar o conseguir algo, posibilidad razonable de que algo suceda.
Entusiasmo, exaltación y fogosidad del ánimo, excitado por algo que lo admire o cautive, adhesión fervorosa que lo mueve a favorecer una causa o empeño, inspiración divina a los profetas.
(Extracción libre tomada del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua en su versión portal de internet)

1 comentario:

el güilo dijo...

Quizá la pasión y la diversión contribuyan a la alegría y a la emoción.
Feliz Año!!

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