domingo, 16 de noviembre de 2008

Desperdicio

Ha llegado el momento, la cancelación de una etapa de la izquierda partidista que propugnaba conducirse por el sinuoso camino entre la organización formal partido y el movimiento social. El esquema que tanto éxito le redituó al Partido de la Revolución Democrática, pero a Andrés Manuel López Obrador en particular, ha quedado trunco con el reconocimiento que hizo el Tribunal electoral al triunfo de Jesús Ortega como líder máximo de ese partido. La resolución ha terminado por dividir a ese partido. El PRD, su fractura expuesta, lo pone en su mayor fragilidad después de su campaña presidencial más exitosa, la del 2006.

Qué podrá hacer el PRD con Jesús Ortega. Aliarse con ex Alternativa, renunciar a la movilización, quedar bajo la férula de Manlio Fabio Beltrones. Qué va hacer López Obrador, mantener su alianza con el Partido del Trabajo y Convergencia para reconstruir el esquema partido movimiento.

En el Partido Acción Nacional las cosas no pintan mejor después de que el accidente aéreo en el que murió el estratega de Felipe Calderón, Juan Camilo Mouriño, dio lugar al regaño público dirigido a El Yunque, sección secreta no reconocida dentro del PAN. Aunque en el PAN no es tan preocupante el resquebrajamiento de la estructura partidista si mantiene el apoyo de estructuras paralelas que han sido factor de su encumbramiento político, mismas que están formadas una por empresarios y otra por la iglesia católica.

De esta situación imperante se adelanta la especie de que el Partido Revolucionario Institucional tiene allanado el camino hacia la elección intermedia del 2009 y con ello catapultarse hacia la presidencial de 2012. Es evidente la recuperación electoral del PRI gracias a su organización local, el domingo pasado dio una prueba más, ahora en el estado de Hidalgo. También cuenta que el liderazgo de Beatriz Paredes no se ha contaminado de aspiraciones legítimas para llegar a ocupar Los Pinos. Pero el verdadero reto del PRI estará en la definición de un candidato que cuente con el apoyo de todos sus gobernadores. Esa es su mayor dificultad y no se ve la fórmula que la resuelva.

Sin embargo, toda esta especulación sobre las tres fuerzas políticas de México no tiene la relevancia de la recesión económica y del sangriento desafío del crimen organizado. Sobre la resolución de estas dos variables se encontrarán las posibilidades en el reordenamiento de las jerarquías entre los partidos.

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