Confianza es el valor y el criterio con el cual el presidente Calderón designa y destituye a los miembros de su gabinete. Esa es la medida superior a todo procedimiento y evaluación. El contacto con la gente y las realidades de los resultados se subestiman. Le tiene confianza a su equipo, confianza no compartida por la ciudadanía y un sector de la clase política. En voz de Alejandro Martí se ha popularizado la frase “si no pueden, renuncien”. Por su parte, el senador priísta Manlio Fabio Beltrones ha insistido en la propuesta de que el gabinete tenga el aval del Congreso. Y qué decir de inscribir en la Constitución la revocación del mandato impulsada por el fapista Porfirio Muñoz Ledo. Por diversos frentes se da una opinión reprobatoria respecto al rendimiento del equipo presidencial
Más allá de la confianza consentida a sus colaboradores, Felipe Calderón es el responsable y actúa en consecuencia a su sentir y a su visión de la cosa pública, pero no puede cerrarse desde el argumento de su propia confianza desde el cual se infiere la desconfianza a los otros, a los que no son parte de sus íntimos. Si no hay reciprocidad de confianza para atender los asuntos públicos el Presidente terminará aislándose hasta llegar a la inutilidad de sus funciones, convirtiéndose él mismo en el promotor de la extinción de sus funciones.
El manejo del combate a la inseguridad que se asumió como la prioridad gubernamental está fracasando, un signo de esta afirmación – el más aterrador - es el incremento de las cifras de decesos violentos por parte del crimen organizado, que de seguro están por arriba de las que se han hecho oficiales. No es el único signo, pero lo dice todo.
Las cosas no están para buscarle tres pies al gato y si en la residencia de Los Pinos no reconocen que parte del equipo ya dio de sí el consenso adverso será incontenible. En los últimos días, ante la ausencia del mensaje presidencial que naturalmente debía generar el Informe de Gobierno, el espacio mediático lo ha ocupado el encargado federal de la seguridad pública.
A lo que se comentó en la anterior entrega sobre las desatinadas declaraciones del secretario Genaro García Luna, se agrega el descubrimiento de que una persona ligada a sus cuadros operativos, Lorena González Hernández servidora pública de la SSP, ha sido vinculada en el secuestro fatal de Fernando Martí. Frente al indicio, la desarticulada respuesta de parte de los responsables de la SSP contradice la estimada confianza que les brinda el Presidente.
Algo no está bien, la capacidad de la información de inteligencia del gobierno queda mal parado ante los acontecimientos. Ante la prensa ya no aparecen voceros de las dependencias, tienen que salir directamente altos funcionarios, que en su mirada son el reflejo fiel del desconcierto. Se ha publicitado que al crimen organizado se le combatiría con inteligencia policial y es precisamente lo que ha faltado. Se actúa con lentitud, a la defensiva, fundada la defensa de los colaboradores en un confianza que resulta suicida.
No basta la confianza ciega, hacen falta las capacidades probadas y confianza pública que se gana con resultados. Cambiar el gabinete no es ya un problema de debilidad sino de sensatez. Es lo que se pide.
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