Pasan los días y la incapacidad de las autoridades para contener la mancha delictiva que se extiende por el territorio nacional no tiene límite. La autoridad recrea un gran vacío frente al cual la incredulidad ciudadana se queda pasmada. Se dan salidas en falso como proponer selectiva la cadena perpetua o desaparecer por decreto a un cuerpo policías judiciales. No hay disposición para recapacitar sobre los aciertos y errores que ha tenido la conducción del país en los últimos treinta años, en qué se avanzó, en qué se retrocedió. Se confundió lo público con el autoritarismo, se hizo de la empresa privada una religión.
Ni llegamos a la democracia plena, ni recreamos el mercado libre. Se hizo una mezcla absurda al grado de no distinguir entre la publicidad de los asuntos públicos de la propaganda de mercancías. De la confusión el crimen organizado ha sacado provecho. Los criminales se identifican con altas autoridades y con los empresarios en una misma ambición: hacerse de dinero. Un mismo vaso comunicante: la impunidad.
La Jornada del día de hoy lo consigna así: “Al menos 22 mil millones de dólares, producto de la ganancia generada por la venta en Estados Unidos de droga traficada desde México, fueron repatriados desde aquel país de 2003 a la fecha, aseguró el Departamento de Estado de Estados Unidos. La cantidad no considera otras actividades del crimen organizado, como el secuestro y el tráfico de armas y personas.” Hay que fijarse en la expresión “al menos”, como decir que se hace una estimación con datos mínimos o incompletos, no obstante, la cantidad sugerida relativiza el monto de lo incautado o decomisado. El negocio es grande y se defiende a chingadazos, como el petróleo en Irak.
En qué se falló, en la subsumisión perversa de lo público en lo privado. La administración pública perdió su objetivo principal que es producir igualdad social, el timón de la nave del Estado pasó a manos de los empresarios sin tener un liderazgo electo por la sociedad, personajes con una motivación distinta y no menos legítima, producir desigualdad social. El equilibrio entre democracia y mercado se rompió.
Desde Gobernación se recicla el llamado a firmar un pacto social en contra de la inseguridad, mientras su titular Mouriño no entiende que él es producto y modelo de la perversión señalada arriba ¿Con qué cara se atreve a convocar? Desde la “sociedad civil”, la organización "Pro Vecino" convoca a un nuevo ciclo de marchas, el cuidado de este nuevo llamado no es la causa sino el oportunismo de la ultraderecha para tripular la movilización.
Así vemos a nuestros gobernantes, con la cara desencajada ante el enojo de los empresarios y la amenaza de una clase media manipulable por el terror del crimen organizado y el terror de su destierro de la sociedad de consumo, pues la demagogia de las campañas ha terminado por desvanecerse en el ejercicio del mal gobierno.
Esta gente de bien no tiene palabras para explicarle a sus hijos pequeños lo que está pasando, ya no pueden culpar al comunismo. Mientras la iglesia católica, loca de protagonismo, se ha sumido en el silencio de sus purpurados.
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