jueves, 28 de agosto de 2008

PRI


El fin de semana pasado, el Partido Revolucionario Institucional celebró su XX asamblea. La opinión patética, enfermiza más bien, dispuesta a no digerir nada de lo que ofrezca el viejo partido expresó su retahíla de descalificaciones. La distancia y la mesura para observar la reunión priísta es difícil de encontrar pero se llega a dar. Por ejemplo, María Amparo Casar en Reforma (25-08-08).

Más allá de lo comentado, lo que se destaca es una absorción de la actual coyuntura que en términos prácticos sitúa al PRI más allá de su autocaracterización de partido socialdemócrata, que por cierto desde hace décadas venía coqueteando. El PRI ha visto la oportunidad de distinguirse de sus adversarios y de aprovechar sus debilidades. Con el sistema PAN gobierno, semanas antes se había notado un distanciamiento del PRI, sus principales líderes empezaron a pintar su raya y hasta el más reacio, Emilio Gamboa Patrón, terminó por sumarse declarativamente al distanciamiento de la cúpula priísta respecto del actual gobierno federal. Por qué lo hace, por oportunismo político, como lo haría cualquier otro partido (así lo hizo el PAN durante los sexenios de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, explotó las debilidades del PRI hasta que lo desplazó del poder)

Por otro lado, la situación de la izquierda está en los límites de su enésima ruptura, por lo que el giro izquierdista del PRI tiene el sentido de construir para el futuro inmediato un bloque político y cultural capaz de regresar a la derecha a sus tiempos de oposición testimonial.

Todo esto son cálculos que aspiran a convertirse en realidad y los resultados electorales a nivel local de los últimos meses acarician esa posibilidad, el regreso del PRI en la conducción del gobierno federal.

En realidad no es tan sencillo. En primer lugar tiene que congraciarse con sus bases tradicionales, sindicalistas y centrales campesinas, que han pagado su cuota del llamado “cambio estructural” y poco han recibido.

En segundo lugar, el contingente empresarial le ha invertido mucho al PAN y no muy fácilmente estaría dispuesto a reconocer que fue una mala inversión para el país. Pues aunque México haya perdido respecto a los números del crecimiento económico esperado y se ha incrementado la violencia del crimen organizado –al grado que ya tocan las inmediaciones del Rancho de San Cristóbal del ex presidente Vicente Fox- en el fondo los empresarios han disfrutado de un gobierno entregado a sus intereses. La víscera antipriísta no ha desaparecido de su imaginario.

En tercer lugar, no menos importante es el factor Estados Unidos, que de tiempo atrás ha incidido en la conducción del país de manera más abierta. Se sienten a gusto con un panismo solícito a sus dictados. Conocen su capacidad de intervención velada, como en la elección del estado de Baja California del año pasado.

En cuarto lugar, no se ve una orientación respecto a la segmentación del electorado, en la capa de jóvenes y mujeres. Finalmente no se le aprecia al PRI una definición frente al tema global y apocalíptico del siglo XXI, el medio ambiente, un espectro de la demanda ciudadana que bien a bien el partido llamado verde es incapaz de ocupar a plenitud.

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