No se va a tratar del senador totalmente palacio. Se trata del pueblo de Chihuahua enclavado en la sierra que ha escrito el sábado 16 de agosto una página más del México rojo. Nadie sabe por qué un grupo de ciudadanos fue acribillado la noche de ese fatídico sábado. No hay investigación oficial difundida que nos diga que pasó en el estacionamiento de un salón de fiestas. No hay un minuto de aplausos en honor a esa vidas segadas, ni Harp Helú que se los dedique.
Queda la crónica entrecortada del párroco Javier Ávila que recogió El Diario de Chihuahua: “ver los cuerpos mutilados, las gargantas abiertas, los estómagos abiertos, el cerebro, las caras desfiguradas” Imagen de guerra o terror, da igual. Lo terrible, en adición, es la falta de información de la autoridad que precisamente realizaba un operativo en esa ciudad para confirmarnos que los operativos no sirven para nada. La policía llegó una hora después.
La lista de las víctimas no tiene relación con gente afamada:
René Lozano González, 17 años, de ocupación estudiante.
Edgar Alfredo Loya Ochoa, 33 años, maestro.
Edgar Arnoldo Loya Encinas, 1 año 4 meses.
Fredy Horacio Aguirre Orpinel, 34 años, transportista.
Luis Daniel Armendáriz Galdeán, 18 años, estudiante.
Oscar Felipe Lozano Lozano, 19 años, estudiante.
Alberto Villalobos Chávez, 26 años, intendente.
Alfredo Cano Mendoza, 36 años, comerciante.
Juan Carlos Loya Molina, 21 años, estudiante.
Fernando Adán Córdova Galdeán, 19 años, estudiante.
Daniel Alejandro Parra Mendoza, 20 años, estudiante.
Cristian Loya Ortiz, 22 años, estudiante.
Luis Javier Montañés Carrazco, 26 años, carrocero.
Hasta entre las víctimas de la ola de violencia hay clases sociales.
De qué sirve la reunión del Consejo Nacional de Seguridad Pública realizada la tarde de hoy jueves. Arrojará alguna luz sobre lo ocurrido en Creel. No hay esperanzas, pues el poder político carece de función social, es un ámbito privatizado insensible, de complicidad y componenda que tiene sus nuevas estrellas opacas en Guadalupe Acosta Naranjo y Ruth Zavaleta, representantes de una izquierda que arreó banderas antes de llegar al poder. Tampoco se puede esperar algo de los merolicos de la radio y la televisión.
La lista de los inocentes acribillados son prueba desgraciada de que en este país ser joven y estudiante no vale nada. Y lo peor es que el crimen ofrece engañosamente mejor futuro que la escuela.
Y lo que más duele, la ineptitud silente de la autoridad y el oportunismo de la derecha que ya se deleita con la próxima marcha con veladoras.
Edgar Alfredo Loya Ochoa, 33 años, maestro.
Edgar Arnoldo Loya Encinas, 1 año 4 meses.
Fredy Horacio Aguirre Orpinel, 34 años, transportista.
Luis Daniel Armendáriz Galdeán, 18 años, estudiante.
Oscar Felipe Lozano Lozano, 19 años, estudiante.
Alberto Villalobos Chávez, 26 años, intendente.
Alfredo Cano Mendoza, 36 años, comerciante.
Juan Carlos Loya Molina, 21 años, estudiante.
Fernando Adán Córdova Galdeán, 19 años, estudiante.
Daniel Alejandro Parra Mendoza, 20 años, estudiante.
Cristian Loya Ortiz, 22 años, estudiante.
Luis Javier Montañés Carrazco, 26 años, carrocero.
Hasta entre las víctimas de la ola de violencia hay clases sociales.
De qué sirve la reunión del Consejo Nacional de Seguridad Pública realizada la tarde de hoy jueves. Arrojará alguna luz sobre lo ocurrido en Creel. No hay esperanzas, pues el poder político carece de función social, es un ámbito privatizado insensible, de complicidad y componenda que tiene sus nuevas estrellas opacas en Guadalupe Acosta Naranjo y Ruth Zavaleta, representantes de una izquierda que arreó banderas antes de llegar al poder. Tampoco se puede esperar algo de los merolicos de la radio y la televisión.
La lista de los inocentes acribillados son prueba desgraciada de que en este país ser joven y estudiante no vale nada. Y lo peor es que el crimen ofrece engañosamente mejor futuro que la escuela.
Y lo que más duele, la ineptitud silente de la autoridad y el oportunismo de la derecha que ya se deleita con la próxima marcha con veladoras.
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