sábado, 10 de mayo de 2008

La escalada

Lo que en este momento ha concentrado la atención de los medios es la escalada que ha tomado la guerra contra el narcotráfico.

Lo que está sucediendo en el Partido de la Revolución Democrática se minimiza ante el constante y dosificado baño de sangre. Qué le puede esperar al PRD si Jesús Ortega y su corriente toman el control total del partido. Dos consecuencias: que el PRD se convierta en organismo paraestatal, como ya lo es Alternativa renombrado. Que los excluidos, algunos, se decepcionen de la lucha legal y volteen a mirar el camino de la subversión.

Qué le ha sucedido al libro de Carlos Salinas, que se agotó en su exhibición mediática y resulta ya irrelevante. Otra cosa hubiera sido si el expresidente hubiera escrito sobre los sótanos del crimen organizado. De eso no hablará, ni él ni ningún expresidente.

Pero es el tema de las bandas del narcotráfico el que jala como imán hacia las primeras planas. Qué está pasando. No hay información más allá de los enfrentamientos, como si se tratara de una serie de televisión. El gobierno que declaró la guerra no ofrece explicación alguna. Ya porque no entiende lo que está pasando y no sabe en la que se metió o, porque sabe mucho.

No es problema creado por el actual gobierno, nada más le reventó una trayectoria que despegó desde el arresto del Gral. Gutiérrez Rebollo en el sexenio de Zedillo, quien siendo el Zar designado para combatir el narcotráfico se le descubrió en alianza con un sector del enemigo. Con ello se interrumpió una práctica secular: la relación con el narcotráfico le correspondía al Ejército. Pero fue desde tiempos de Miguel de la Madrid que esa relación se judicializó y en manos de civiles el control se perdió. Lo peor siguió con Vicente Fox, quien envió a los estados y municipios la lucha contra el narcotráfico.

Felipe Calderón quiso revertir esa trayectoria y puso por delante al Ejército. Lo hizo sin subordinar a otras dependencias como la Agencia Federal de Seguridad y la Policía Federal Preventiva. Ese fue un error, el encimar los mandos. No conocemos los sótanos del narcopoder, pero desde ahí se está escribiendo esta historia sangrienta. Lo sucedido en los últimos diez días son evidencia de que la guerra se ha escalado. Caen jefes policíacos, mueren narcotraficantes. Ya sea en Baja California, Chihuahua, Michoacán o Sinaloa, no importa el lugar la guerra se libra en las calles, no se cuidan de operar en la oscuridad para lanzar después las cabezas de los decapitados, eso es cosa del pasado reciente.

Y mientras la guerra contra el crimen organizado gane espacios, la política se ubicará en un segundo plano. Y eso son malas noticias para la sociedad pues el país ya no es territorio para la producción y trasiego de droga, sensiblemente se ha convertido en consumidor. ¿Tenemos idea de cuantas familias están involucradas? Y no se trata de capacidad de fuego o de aumento de la farmacodependencia, asusta el hecho de que las capacidades institucionales y económicas para producir cohesión social estén disminuidas.

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