La reforma energética se ha instalado en el debate con mayor fuerza a partir de la coincidencia de que PEMEX tiene que actualizarse. Considerando ese punto comienza la bifurcación, la toma de posiciones y el ocultamiento de intereses. Muchas mentiras se dirán, medias verdades si se quiere conceder dignidad a los actores del debate y no tomar el camino de la descalificación. Es lo saludable.
Puesto en blanco y negro las posiciones son: 1) No a la inversión privada en PEMEX; 2) Sí a la inversión privada en PEMEX. Nada novedoso, una vieja discusión, tan añeja como la expropiación que hizo el Gral. Lázaro Cárdenas en 1938 de la industria petrolera, que en ese entonces era dominada totalmente por extranjeros.
De ahora en adelante las posiciones serán materia de aproximaciones para llegar a un acuerdo. La gran dificultad es poner reflectores a los intereses que se mueven por debajo de la mesa. Definir el para qué o, más bien, para quienes. La historia de las privatizaciones que se han efectuado en el país durante los últimos años han sido inciertos pasos a la modernidad.
No está por demás recordar que en el origen del dominio del Estado y manejo paraestatal de los energéticos se tenía en claro dos cosas: 1) garantizar seguridad energética como un aspecto de la seguridad nacional; 2) proveer a la industria, a la agricultura mecanizada, al consumo doméstico y de automotores combustibles baratos. Esos fines caducaron en la práctica. Los fines se pervirtieron o degeneraron, se ha impulsado una política de agotar las reservas petroleras como medio para paliar las insuficiencias fiscales del Estado a costa de la inversión en PEMEX y los precios bajos a los consumidores.
La claridad de los fines por delante, de otra manera se profundizará la división del país. La demanda de claridad exige sacar a flote los intereses que presionan la reforma y que no dan la cara. Bajo esas condiciones se apreciarán mejor los bandos en formación, si los extremos de la polarización se hacen lo suficientemente tensos como para producir una movilización social. Las alianzas actuales se pueden trastocar si el gobernante no fundamenta su propuesta de manera convincente, en lo técnico y lo político. El gobernante debe informar sobre las corporaciones e instituciones que presionan su toma de decisiones para liberar el dominio sobre un bien escaso, poniendo sobre una tabla los beneficios y perjuicios que ello traería. Es de muy poca autoestima afirmar que no se puede sacar adelante a PEMEX con capacidades propias. Afirmación que coincide con aquellas que negaban, en su momento, que PEMEX podría sobrevivir a la expropiación que le dio origen.
--o--
De las elecciones para renovar el congreso del Estado de Hidalgo, celebradas el domingo pasado, no se pueden extraer tendencias a futuro. Lo cierto es que en este momento y sólo hasta el momento, el PRI sigue en recuperación. Se confirma que los intereses locales no siempre coinciden con los que se manejan en las elecciones federales. Y el dato relevante más allá del carro completo: el PANAL (Elba Esther Gordillo) hizo alianza con el PRI en varios distritos. Ahí también hay toma de posiciones.
Puesto en blanco y negro las posiciones son: 1) No a la inversión privada en PEMEX; 2) Sí a la inversión privada en PEMEX. Nada novedoso, una vieja discusión, tan añeja como la expropiación que hizo el Gral. Lázaro Cárdenas en 1938 de la industria petrolera, que en ese entonces era dominada totalmente por extranjeros.
De ahora en adelante las posiciones serán materia de aproximaciones para llegar a un acuerdo. La gran dificultad es poner reflectores a los intereses que se mueven por debajo de la mesa. Definir el para qué o, más bien, para quienes. La historia de las privatizaciones que se han efectuado en el país durante los últimos años han sido inciertos pasos a la modernidad.
No está por demás recordar que en el origen del dominio del Estado y manejo paraestatal de los energéticos se tenía en claro dos cosas: 1) garantizar seguridad energética como un aspecto de la seguridad nacional; 2) proveer a la industria, a la agricultura mecanizada, al consumo doméstico y de automotores combustibles baratos. Esos fines caducaron en la práctica. Los fines se pervirtieron o degeneraron, se ha impulsado una política de agotar las reservas petroleras como medio para paliar las insuficiencias fiscales del Estado a costa de la inversión en PEMEX y los precios bajos a los consumidores.
La claridad de los fines por delante, de otra manera se profundizará la división del país. La demanda de claridad exige sacar a flote los intereses que presionan la reforma y que no dan la cara. Bajo esas condiciones se apreciarán mejor los bandos en formación, si los extremos de la polarización se hacen lo suficientemente tensos como para producir una movilización social. Las alianzas actuales se pueden trastocar si el gobernante no fundamenta su propuesta de manera convincente, en lo técnico y lo político. El gobernante debe informar sobre las corporaciones e instituciones que presionan su toma de decisiones para liberar el dominio sobre un bien escaso, poniendo sobre una tabla los beneficios y perjuicios que ello traería. Es de muy poca autoestima afirmar que no se puede sacar adelante a PEMEX con capacidades propias. Afirmación que coincide con aquellas que negaban, en su momento, que PEMEX podría sobrevivir a la expropiación que le dio origen.
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De las elecciones para renovar el congreso del Estado de Hidalgo, celebradas el domingo pasado, no se pueden extraer tendencias a futuro. Lo cierto es que en este momento y sólo hasta el momento, el PRI sigue en recuperación. Se confirma que los intereses locales no siempre coinciden con los que se manejan en las elecciones federales. Y el dato relevante más allá del carro completo: el PANAL (Elba Esther Gordillo) hizo alianza con el PRI en varios distritos. Ahí también hay toma de posiciones.
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