No hay certezas. Gritos y susurros, diría René Delgado. La percepción de que las agendas no empatan pues los intereses las desarreglan. Sensación de engaño y rebasamiento de la realidad sobre la voluntad de los actores. La opinión de editorialistas se voltea a mirar al presidente Calderón y le insta a que encare la situación confusa que impera. Más opiniones encontradas en su objetivo, que no alcanzan a formar una dirección precisa y sí ponen a girar al más pintado.
Simplifiquemos obviando detalles, diferencias. Quitemos nombres y apellidos para hacer una raquítica descripción, sin el atractivo de señalar víctimas y culpables. Una Presidencia que está en el centro de la toma de decisiones, sujeta a presiones múltiples. Por un lado, la cúpula empresarial exige reformas y medidas que garanticen la capitalización de las empresas, un mercado sin pérdidas, por lo menos que ganen los de siempre y se mantenga la concentración de capitales. Por otro lado, la clase política exige una redistribución en el manejo de los recursos públicos, nuevo federalismo le llaman, y un nuevo equilibrio de Poderes. A estas dos presiones se ha sumado la que proviene del crimen organizado. Se perdió el arreglo no escrito con el crimen organizado tras la declaración de guerra del gobierno federal de ir en su contra. No incluyamos al resto de la sociedad, ni la que participa de ejercicios consumista, ni la que está al margen de esas prácticas. La complejidad del cuadro es medida que pone a prueba la capacidad del gobernante y sus colaboradores. Y qué tenemos frente a está descripción: publicidad y el manejo mediático que se prestan más para el engaño que para la provisión de una comunicación cierta.
Nada se asienta ante el estruendo de una bomba casera, que estalla el día viernes por la tarde en la ciudad de México después del mediodía. Un muerto y una mujer herida son parte de los hechos que quedan avasallados por la especulación. Y todo lo demás es lo de menos. Así la violencia, la nota roja, se consolida en las primeras planas. Un video es pieza clave para la investigación judicial en la elaboración de una historia entre policías y delincuentes. Se exige la investigación del proceder criminal que nunca llegará a la entraña social de una pareja acaramelada que parece vivir su propia felicidad, abstraída del mundo que la rodea y lista para irrumpir en el de manera explosiva. Nadie se encargará de esa indagación.
No bien se había procurado filtrar la disposición al trabajo del actual secretario en gobernación (éste si trabaja los fines de semana, se consignaba) la explosión mencionada filtró su queja: tuvo que ir el sábado a sus oficinas para estar al tanto del fallido atentado. En qué quedamos. Eso sí, otra filtración habla que tuvo su momento de relax asistiendo al estadio Azul a presenciar un partido de futbol. Información chatarra. Otra cosa sería que le entrara a conducir el diálogo con las organizaciones campesinas. No hay tal, le encarga la tarea al secretario del Trabajo. Con esa decisión se descalifica, más, a Cárdenas Jiménez, quien supuestamente despacha en Sagarpa. El nuevo interlocutor, Javier Lozano, no llega con las mejores credenciales negociadoras, que posea elocuente arbitraje. En la negociación con el sindicato de los mineros, por ejemplo, no ha podido ser más parcial.
El viernes habló Guillermo Ortiz ante la cúpula empresarial para reiterar las fortalezas económicas del país. Ni una palabra que aludiera a la solidez de la moneda, del peso. Quién gana, quién pierde con la actual paridad. Como en el pasado, es un tabú que impone la autoridad.
Ni hablar del proceso para instalar nueva dirigencia nacional en el Partido de la Revolución Democrática. Es un galimatías.
Bajo esta precariedad se desarrolla un proceso reformador que es un debate entre minorías, despreocupado por hacerse de una ruta hacia una mejor convivencia por el camino de disminuir las desigualdades que polarizan a la sociedad. Sin esa ruta ninguna reforma será suficiente.
Simplifiquemos obviando detalles, diferencias. Quitemos nombres y apellidos para hacer una raquítica descripción, sin el atractivo de señalar víctimas y culpables. Una Presidencia que está en el centro de la toma de decisiones, sujeta a presiones múltiples. Por un lado, la cúpula empresarial exige reformas y medidas que garanticen la capitalización de las empresas, un mercado sin pérdidas, por lo menos que ganen los de siempre y se mantenga la concentración de capitales. Por otro lado, la clase política exige una redistribución en el manejo de los recursos públicos, nuevo federalismo le llaman, y un nuevo equilibrio de Poderes. A estas dos presiones se ha sumado la que proviene del crimen organizado. Se perdió el arreglo no escrito con el crimen organizado tras la declaración de guerra del gobierno federal de ir en su contra. No incluyamos al resto de la sociedad, ni la que participa de ejercicios consumista, ni la que está al margen de esas prácticas. La complejidad del cuadro es medida que pone a prueba la capacidad del gobernante y sus colaboradores. Y qué tenemos frente a está descripción: publicidad y el manejo mediático que se prestan más para el engaño que para la provisión de una comunicación cierta.
Nada se asienta ante el estruendo de una bomba casera, que estalla el día viernes por la tarde en la ciudad de México después del mediodía. Un muerto y una mujer herida son parte de los hechos que quedan avasallados por la especulación. Y todo lo demás es lo de menos. Así la violencia, la nota roja, se consolida en las primeras planas. Un video es pieza clave para la investigación judicial en la elaboración de una historia entre policías y delincuentes. Se exige la investigación del proceder criminal que nunca llegará a la entraña social de una pareja acaramelada que parece vivir su propia felicidad, abstraída del mundo que la rodea y lista para irrumpir en el de manera explosiva. Nadie se encargará de esa indagación.
No bien se había procurado filtrar la disposición al trabajo del actual secretario en gobernación (éste si trabaja los fines de semana, se consignaba) la explosión mencionada filtró su queja: tuvo que ir el sábado a sus oficinas para estar al tanto del fallido atentado. En qué quedamos. Eso sí, otra filtración habla que tuvo su momento de relax asistiendo al estadio Azul a presenciar un partido de futbol. Información chatarra. Otra cosa sería que le entrara a conducir el diálogo con las organizaciones campesinas. No hay tal, le encarga la tarea al secretario del Trabajo. Con esa decisión se descalifica, más, a Cárdenas Jiménez, quien supuestamente despacha en Sagarpa. El nuevo interlocutor, Javier Lozano, no llega con las mejores credenciales negociadoras, que posea elocuente arbitraje. En la negociación con el sindicato de los mineros, por ejemplo, no ha podido ser más parcial.
El viernes habló Guillermo Ortiz ante la cúpula empresarial para reiterar las fortalezas económicas del país. Ni una palabra que aludiera a la solidez de la moneda, del peso. Quién gana, quién pierde con la actual paridad. Como en el pasado, es un tabú que impone la autoridad.
Ni hablar del proceso para instalar nueva dirigencia nacional en el Partido de la Revolución Democrática. Es un galimatías.
Bajo esta precariedad se desarrolla un proceso reformador que es un debate entre minorías, despreocupado por hacerse de una ruta hacia una mejor convivencia por el camino de disminuir las desigualdades que polarizan a la sociedad. Sin esa ruta ninguna reforma será suficiente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario