viernes, 4 de enero de 2008

Deturpar la política

Salvo Marcelo Ebrard, quien organizó festejos populares de fin año en la Ciudad de México y se prepara para la rosca de Reyes, los políticos se guardaron para consumar el estiaje de la información política que impera en estos días. Empero, el denuesto contra los políticos y los partidos se mantuvo gracias a la solicitud de amparo que promueve Federico Reyes Heroles y otros escritores. Suceso al que se le dedicó aquí comentario el martes pasado.

Desacreditar o hacer escarnio de la política es parte de la vida democrática de un país y materia de trabajo de los caricaturistas, que sirve a la auto reflexión y debería servir a mejorar la calidad de la política. Ocurre que las exageraciones que ilustran el malestar se salen de la caricatura y se forman frases lapidarias, conmovedoras de la conciencia pública por su carga impresionista, pero sin mayor calado conceptual que las haga trascender más allá de la realidad específica a la que se dirigen. Expresiones incapaces de universalizarse o de sustituir el léxico probado del estudio de la política.

Ha sido el caso de la dictadura perfecta que engendró el escritor de origen peruano Mario Vargas Llosa para referirse al régimen priísta. O la presidencia imperial que acuñó el historiador Enrique Krauze. Son tan descuadradas conceptualmente estas expresiones, que difícilmente son útiles para aplicarlas en otros países. Ni superan el contenido establecido para describir a una dictadura o a un régimen presidencial, aunque funcionen para efectos de la propaganda política, sin asumir las responsabilidades de sus consecuencias. En ese camino se conduce el periodista Joaquín López Dóriga cuando escribe en Milenio Diario (01-02-08) sobre la dictadura de los partidos, en el que da su versión del proceso político mexicano de José López Portillo a la actualidad.

El artículo es devastador para la inteligencia, con la nueva de una conspiración de los partidos y el Congreso, unos porque se hicieron del control político, el otro porque se estableció como el gran poder. Acaso existen partidos que no busquen el control político o Congreso que no se aprecie como gran poder, así sea en equilibrio o subordinado a otros poderes. Pero eso tiene sin cuidado a quienes exponen frases impresionistas y ni se preocuparán por demostrar lo que enuncian. Se trata, a fin de cuentas, de fuegos de artificios que no procuran elevarse más allá de la distracción.

Junto con la historia que narra las peripecias de la democracia electoral mexicana desde 1977, ha corrido una historia paralela de poder, la que ha discurrido sobre el control de los recursos del país. En esta historia los políticos han ido cediendo ante las exigencias de los grandes empresarios, hasta quedar prácticamente subordinados a los barones del dinero. Historia donde el mercado ha ido sustituyendo al Estado sin superar el lastre de la pobreza que se heredó.

Se trata de un mercado que dista mucho de ser modelo de competitividad y que en su calidad deficiente produce monopolios, migración, desempleo, informalidad dentro de la cual destacan enclaves de la delincuencia organizada, entre otras cosas. Un mercado donde los empresarios están más interesados en el poder político que en la generación de riqueza y da lugar a la formación de una plutocracia sin adjetivos. Plutocracia que se ha auspiciado con la retórica hueca de la dictadura perfecta, la presidencia imperial y la reciente palabrería de la partidocracia y la dictadura de los partidos. Ese fraseo, orientado a deturpar la política, no repara en el encono que va esparciendo y el antagonismo social que detona. Hasta que la dictadura se levante sobre los cimientos de odio que con paciencia e irreflexión se están construyendo.

No hay comentarios.:

Powered By Blogger