Por fin, ha sido liberado el tapón formado sobre el cauce del Río Grijalva el 4 de noviembre provocado por el derrumbe de un cerro. Entre muertos y desaparecidos, el poblado Juan del Grijalva no ha salido de una larga noche y tal vez no saldrá, quedó sepultado para siempre. Sus habitantes ya no lo serán más, reinician sus vidas con la reubicación de sus moradas y quizás algún día algún reportero decida documentar, narrar su renacimiento.
El jueves 20 de diciembre el presidente Calderón se apersonó, una vez más, en la zona del desastre de esa comunidad chiapaneca para informar desde ahí, a toda la nación, que los trabajos continuarán por lo que la población debería estar atenta a los comunicados de la autoridad, pues la emergencia no ha desaparecido. Durante todos estos días, más de mes y medio Televisa ha nutrido de imágenes a sus consumidores de noticiarios, destacando el estoicismo de su reportera Susana Solís.
Este blog no está lo suficientemente informado sobre las especificaciones bajo las cuales se explica el desastre que se le atribuye al mal tiempo, es más, está desinformado. Lo cierto es que se trató de un poblado cuya densidad poblacional e infraestructura, incluyendo caminos muy transitadas, no eran una cualidad que incidiera en riesgos como los que se consumaron en el desastre. No se tiene documentado un movimiento sísmico que desencadenara la avalancha de tierra. Tal vez la deforestación contribuyó al reblandecimiento de los suelos. Pero entonces ¡Cuántos cerros están por derrumbarse!
A lo mejor, en la secuencia del desastre, primero las inundaciones de Tabasco, después el derrumbe de Chiapas, este último sirvió para contener el avance del agua que los ríos depositan hacia Tabasco y, de esa manera, se dio posibilidad efectiva de superar más pronto la etapa de las inundaciones. Tal vez Dios lo quiso así y dio fundamento a la tragedia de Juan del Grijalva. No sabemos. Por lo pronto, Felipe Calderón felicita a ingenieros y trabajadores, de la Comisión Nacional del Agua y de la Comisión Federal de Electricidad, por encauzar el Río Grijalva a través de un canal.
Se ha quitado el tapón, otros pueblos han quedado sepultados río arriba y fueron desalojados a tiempo. Hubo previsión. Mientras, en la prensa se escribe de un tapón que cumple mañana diez años, el tapón que impide que fluya la justicia en Acteal, flotan los recuerdos de la masacre. Se seguirá en espera de que se quite ese tapón para el que poco sirven los ingenieros de la CNA y la CFE.
Se podrá decir que lo pasado, pasado es, para qué mover sentimientos y calentar resentimientos.
Se cierra el año y por tapones no paramos, como el que le puso López Obrador y una parte de su partido al proceso de construcción de reformas. Se agotó el año y las reformas fueron magras. La del Estado parece que se despide en medio de un chismerió sobre el manejo de recursos. La de la Justicia en franco desbalance de los derechos humanos. Y ya viene el 2008, el de la batalla por los energéticos.
El jueves 20 de diciembre el presidente Calderón se apersonó, una vez más, en la zona del desastre de esa comunidad chiapaneca para informar desde ahí, a toda la nación, que los trabajos continuarán por lo que la población debería estar atenta a los comunicados de la autoridad, pues la emergencia no ha desaparecido. Durante todos estos días, más de mes y medio Televisa ha nutrido de imágenes a sus consumidores de noticiarios, destacando el estoicismo de su reportera Susana Solís.
Este blog no está lo suficientemente informado sobre las especificaciones bajo las cuales se explica el desastre que se le atribuye al mal tiempo, es más, está desinformado. Lo cierto es que se trató de un poblado cuya densidad poblacional e infraestructura, incluyendo caminos muy transitadas, no eran una cualidad que incidiera en riesgos como los que se consumaron en el desastre. No se tiene documentado un movimiento sísmico que desencadenara la avalancha de tierra. Tal vez la deforestación contribuyó al reblandecimiento de los suelos. Pero entonces ¡Cuántos cerros están por derrumbarse!
A lo mejor, en la secuencia del desastre, primero las inundaciones de Tabasco, después el derrumbe de Chiapas, este último sirvió para contener el avance del agua que los ríos depositan hacia Tabasco y, de esa manera, se dio posibilidad efectiva de superar más pronto la etapa de las inundaciones. Tal vez Dios lo quiso así y dio fundamento a la tragedia de Juan del Grijalva. No sabemos. Por lo pronto, Felipe Calderón felicita a ingenieros y trabajadores, de la Comisión Nacional del Agua y de la Comisión Federal de Electricidad, por encauzar el Río Grijalva a través de un canal.
Se ha quitado el tapón, otros pueblos han quedado sepultados río arriba y fueron desalojados a tiempo. Hubo previsión. Mientras, en la prensa se escribe de un tapón que cumple mañana diez años, el tapón que impide que fluya la justicia en Acteal, flotan los recuerdos de la masacre. Se seguirá en espera de que se quite ese tapón para el que poco sirven los ingenieros de la CNA y la CFE.
Se podrá decir que lo pasado, pasado es, para qué mover sentimientos y calentar resentimientos.
Se cierra el año y por tapones no paramos, como el que le puso López Obrador y una parte de su partido al proceso de construcción de reformas. Se agotó el año y las reformas fueron magras. La del Estado parece que se despide en medio de un chismerió sobre el manejo de recursos. La de la Justicia en franco desbalance de los derechos humanos. Y ya viene el 2008, el de la batalla por los energéticos.
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