viernes, 15 de junio de 2007

Lo dañado

¿Cuánto viven las instituciones? Según la aceptación de los arreglos estables que produzcan. No viven a voluntad caprichosa sino del producto de los bienes que producen para la sociedad o conjunto de sociedades. Hay instituciones milenarias como la iglesia. Hay instituciones centenarias como el libre mercado. Pero son las instituciones políticas o estatales las que se tensan bajo otra cuerda: la polis griega, el Imperio de Carlomagno o el bloque soviético, por dar ejemplos. Estas son instituciones de renovarse o morir. Ese es el trance que en estos momentos, guardadas las proporciones, vive el Instituto Federal Electoral.

Esta semana, en votación dividida, la Corte dictaminó que el IFE no tiene facultades para controvertir a los poderes constitucionales. La decisión no gustó al Consejero presidente, que resiente como invasión de su competencia el recorte que dictaminó la Cámara de Diputados en su presupuesto por 720 millones de pesos. Para la Corte el IFE es un órgano autónomo pero no un Poder y con su decisión afirma jerarquías, influencias.

Más allá de las recámaras del Poder Judicial, el hecho de que el IFE recurra a solicitar la controversia constitucional es un signo de que ese aparato público se ha desgastado como institución reguladora de los procesos electorales a nivel federal. Pero ese desgaste no viene del año pasado, es un efecto acumulado del diseño implícito del IFE como garante de la alternancia. Cumplido ese propósito en el año 2000 no se le dotó de nuevos recursos o capacidades para adaptarse a la postalternancia. Todo lo contrario, el IFE era tan ejemplar que con sólo esparcir incienso a su alrededor las cosas se mantendrían en el camino de la mejora indefectible.

La apertura de los expedientes del Pemexgate y de los Amigos de Fox, a los que el IFE dio curso el pasado sexenio, dejó la advertencia de que algo estaba podrido, que los procesos electorales eran vulnerables al uso de dinero fuera de las reglas establecidas. Con multas se quiso corregir un mal, capaz de operar al margen de la ley. Luego vino el relevo de los consejeros en octubre de 2003, operado por la Cámara de Diputados, relevo que no tuvo el apoyo de todas las fracciones, del PRD en especial. Los nuevos consejeros de inicio fueron cuestionados.

Sin capacidades superiores, aunque tuviera a su favor el recurso del espíritu de la ley, el IFE enfrentó una elección federal que no pudo contener la intervención del Ejecutivo federal y se devolvió al país a situaciones que se creían superadas, de renovado conflicto postelectoral. El IFE quedó políticamente rebasado, prendido de los alfileres de la ley. Hoy está en cuestión la permanencia de los consejeros y estos reclaman autonomía. Pero su autonomía quedó disminuida desde su nombramiento y no se dio el modo de evitar la erosión. Se acusa a la partidocracia de matar al IFE de a poco. Pero el IFE ya estaba dañado y su situación amerita un nuevo arreglo.

El proceso del 2006 no construyó las bases de entendimiento para el inicio de una nueva administración, o fue un entendimiento limitado por los intereses sobre los cuales se fincó. Un tramo de ese entendimiento le correspondió al IFE y no se puede desentender. El hecho es que el gobernante está separado de una buena proporción de sus gobernados y no es invento. La muestra de la obra de Frida Kahlo en Bellas Artes en conmemoración de su centenario que se inauguró el miércoles 13 es una prueba. Vamos en el séptimo mes y la relegitimación no se consigue.

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