viernes, 2 de marzo de 2007

Llegué a los cien días

Felipe Calderón cerca de los cien días de gobierno y dirá con satisfacción que los alcanzó. Según la medida que hizo de sus primeros setenta, serán como diez años. Sólo dos temas se condensan en los primeros meses de gestión.

Un tema es la lucha contra el narcotráfico. La serie de operativos militares de los que no se tiene la medición puntual de su éxito, ni fecha de conclusión. Se trata de una guerra en la que el gobierno no se apunta como un ganador absoluto, si acaso la modificación de los esquemas de operación del crimen organizado que no está dispuesto a retirarse. Casi cuatrocientos ejecutados en lo que va del año consigna Diario Monitor.

El otro tema es Vicente Fox y su séquito incrustado en el PAN y el gabinete. Se les percibe, al ex presidente y grupo de colaboradores, como aliados incómodos del presidente Calderón. En las columnas se le implora al gobernante que ponga quieto a su antecesor. El Presidente ignora los ruegos, será por la proximidad ideológica o por favores recibidos, pero no se percibe interés presidencial por acallar a Vicente Fox y a Manuel Espino. Es una distracción más que un tema nacional.

El tema de la reforma del Estado no ha merecido mayor atención de parte del Ejecutivo. Aprobada la minuta en el Senado por todas las fracciones parlamentarias, en San Lázaro Acción Nacional ya le pone trabas. Y tal vez se trate de un rodeo como lo señala Héctor Aguilar Camín. Lo que no se entiende es la falta de un posicionamiento Presidencial, que con sentido de oportunidad enganche el tema para enriquecer la discusión y construir el debate que definirá los derroteros del sexenio. Tanto silencio gubernamental es más que prudencia, roza el límite de la pusilanimidad. Pero no se trata de eso.

Qué es entonces lo que se cuece en el ánimo del Presidente. Continuar con la labor de sus antecesores, la prioridad de los negocios a impulsar, el reparto de la piñata que ya tuvo su adelanto para Roberto González Barrera. Eso es lo que se vislumbra, la agenda de negocios impulsada por la entidad pública llamada gobierno. No hay planteamiento oficial que en una visión ligue el tema de la desigualdad con una reforma fiscal progresiva. No, el interés está en los negocios. La agenda pública está cimentada en intereses privados.

El martes 27, la Cámara Americana de Comercio prometió más 18 mil millones de dólares en inversiones a cambio de reformas estructurales. Los paisanos mandan más de veinte mil sin ponerse los moños y arriesgando sus vidas. Pero el gobierno se enreda y como no tiene una salida fiscal retorna al recurso privatizador. En Santa Catarina, Nuevo León, propuso concesionar las carreteras que apenas en 1997 fueron salvadas por el gobierno a un costo de más de 165 mil millones de pesos. Se tendrá dinero de un solo golpe sin afectar la carga impositiva, afirma con alivio el presidente Calderón. De veras no hay otra forma de resolver los problemas fiscales del Estado.

¿Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa Patrón y Beatriz Paredes apoyarán está propuesta? ¿A cambio de qué? O por el contrario, estarán dispuestos para atender la deuda social que ha crecido ante la complacencia de su propio partido. Qué tan aguerrido será el PRI en las elecciones de este año en Yucatán, Baja California y Michoacán.

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