Bueno, es algo normal en el sur del hemisferio norte, agravado con el cambio climático.
Felipe Calderón concluye tres meses al frente del gobierno de la república. Ha hecho lo que ha podido. Jefe de un pequeño grupo sobreideologizado que, paradójicamente, aspira a desideologizar el quehacer público. La insignia de su gestión es la lucha contra la delincuencia organizada, el consenso no se le ha escatimado sobre esa tarea. El contexto de la economía no da espacio para hablar del presidente del empleo. Lo demás ha sido programitis de principio de sexenio.
Tejiendo casi en el vacío, pues las alianzas que le llevaron al poder no parecen sólidas. El foxismo le está haciendo pasar un trago amargo. Todos le aconsejan al Presidente que rompa con el ex presidente. Como si fuera tan fácil. La verdad es que Calderón es prisionero de los intereses que lo encumbraron y no encuentra la forma de construir una alianza de gobierno.
El consenso no es sólo un problema de comunicación de los asuntos del gobierno. Es la resultante de pactos que ayuden a gobernar, sobre todo en las condiciones de una victoria electoral magra, como la que asiste al actual gobernante. Cuando resultados no contundentes de una competencia electoral te ordenan desarrollar una política de alianzas, casi se llega a los cien días de gobierno y sólo una alianza se ve clara: los militares. Los empresarios, los maestros de educación básica, siguen en el regateo, estirando la liga. Del partido en el gobierno, ni hablar: es una roca en el camino. Como estarán las cosas que, Beatriz Paredes, con toda su robustez excedida, semeja una tabla de salvación.
Febrero, mes del destape de Marcelo Ebrard. Con la Operación Tenohc 40 se ha plantado en el escenario nacional. Un híbrido que lo mismo da para pintar de tecnócrata, que de populista. Forjado en el desgaste mediático, al lado de Manuel Camacho, también de López Obrador. De los gobernantes de las entidades federativas cuenta con esa experiencia, la del golpeteo en los medios, pero con la maldición de que quien gobierna la ciudad de México no es Presidente. Todo cambia. Antes el requisito era ser miembro del gabinete presidencial.
Ebrard, después de un comienzo discreto, comienza un camino empedrado de periodicazos. Muy temprano para entrar en el desgaste. Con su propio estilo, que no es el de las conferencias mañaneras. En doble pista: la de los eventos de contacto con la masa, y la propia del contacto cortesano. A la vieja usanza. Con una alianza recién incorporada: Elba Esther Gordillo, que ya se nota en la línea editorial de La Crónica de Hoy. La profesora Gordillo que sabe estar con dios y con el diablo, fuera del limbo priísta, donde perdió Enrique Jakcson.
Mes de Beatriz Paredes, en un instituto atrapado en el pasado, que maldice a sus nuevas generaciones y como Cronos devora a sus hijos. Que llegara a la presidencia del PRI la doncella tlaxcalteca no es sorpresa. Sorprende que la opinión antipriísta le dé tan buena acogida. Sólo virtudes le ven a Beatriz, sólo el PRI es su defecto. No les dice nada su calidad de política empírica, doctora de la vida, esa es su preparación y la esperanza del presidente Calderón.
Felipe Calderón concluye tres meses al frente del gobierno de la república. Ha hecho lo que ha podido. Jefe de un pequeño grupo sobreideologizado que, paradójicamente, aspira a desideologizar el quehacer público. La insignia de su gestión es la lucha contra la delincuencia organizada, el consenso no se le ha escatimado sobre esa tarea. El contexto de la economía no da espacio para hablar del presidente del empleo. Lo demás ha sido programitis de principio de sexenio.
Tejiendo casi en el vacío, pues las alianzas que le llevaron al poder no parecen sólidas. El foxismo le está haciendo pasar un trago amargo. Todos le aconsejan al Presidente que rompa con el ex presidente. Como si fuera tan fácil. La verdad es que Calderón es prisionero de los intereses que lo encumbraron y no encuentra la forma de construir una alianza de gobierno.
El consenso no es sólo un problema de comunicación de los asuntos del gobierno. Es la resultante de pactos que ayuden a gobernar, sobre todo en las condiciones de una victoria electoral magra, como la que asiste al actual gobernante. Cuando resultados no contundentes de una competencia electoral te ordenan desarrollar una política de alianzas, casi se llega a los cien días de gobierno y sólo una alianza se ve clara: los militares. Los empresarios, los maestros de educación básica, siguen en el regateo, estirando la liga. Del partido en el gobierno, ni hablar: es una roca en el camino. Como estarán las cosas que, Beatriz Paredes, con toda su robustez excedida, semeja una tabla de salvación.
Febrero, mes del destape de Marcelo Ebrard. Con la Operación Tenohc 40 se ha plantado en el escenario nacional. Un híbrido que lo mismo da para pintar de tecnócrata, que de populista. Forjado en el desgaste mediático, al lado de Manuel Camacho, también de López Obrador. De los gobernantes de las entidades federativas cuenta con esa experiencia, la del golpeteo en los medios, pero con la maldición de que quien gobierna la ciudad de México no es Presidente. Todo cambia. Antes el requisito era ser miembro del gabinete presidencial.
Ebrard, después de un comienzo discreto, comienza un camino empedrado de periodicazos. Muy temprano para entrar en el desgaste. Con su propio estilo, que no es el de las conferencias mañaneras. En doble pista: la de los eventos de contacto con la masa, y la propia del contacto cortesano. A la vieja usanza. Con una alianza recién incorporada: Elba Esther Gordillo, que ya se nota en la línea editorial de La Crónica de Hoy. La profesora Gordillo que sabe estar con dios y con el diablo, fuera del limbo priísta, donde perdió Enrique Jakcson.
Mes de Beatriz Paredes, en un instituto atrapado en el pasado, que maldice a sus nuevas generaciones y como Cronos devora a sus hijos. Que llegara a la presidencia del PRI la doncella tlaxcalteca no es sorpresa. Sorprende que la opinión antipriísta le dé tan buena acogida. Sólo virtudes le ven a Beatriz, sólo el PRI es su defecto. No les dice nada su calidad de política empírica, doctora de la vida, esa es su preparación y la esperanza del presidente Calderón.
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