Con mucho gusto este sería un espacio para comentar la marcha del 31 de enero en contra de la carestía que se realizó en la capital de la república. Andrés Manuel López Obrador la echó a perder. La fuerza de la marcha se condensaba en la simiente de la unidad de acción. El Tabasqueño se encargó de dividir la concentración. El acuerdo fue sobre un solo orador (Sabina Berman) pero López Obrador quiso aprovechar el foro y al final fueron dos, la dramaturga al parecer se autoexcluyó y fue sustituida por una locutora.
La marcha pudo ser un mensaje sensacional: unidad opositora contra la derecha. Se frustró la oportunidad y el tiempo sigue a disposición para que la izquierda democrática se adelante ante este grupo en el poder de la ideología desideologizada. La causa está inscrita: el tema del país es la lucha contra la desigualdad y la pobreza.
Terminó el mes de enero con su error, sin que hasta el momento se puedan sacar cuentas de sus consecuencias. Enero dejó un debate: la renuncia de los consejeros del IFE como condición para desatar el proceso de reformas. Una proposición ad hominen parece desproporcionada, pero si le quitamos esa envoltura a la propuesta del coordinador parlamentario del PRI en el Senado, y se centra el debate en el nudo de la cuestión, se puede construir el espacio para que el país tenga un mejor presente y deje de comer futuro.
Qué es con precisión lo que hace ruido en la política nacional, sin considerar los elementos de la economía. El agotamiento de un Instituto Federal Electoral que en su diseño de 1996 tenía un propósito claro, garantizar la alternancia, lo que en efecto se verificó en el año dos mil. Lo que no se previó fue la intervención desmedida de los poderes fácticos (empresariales) en los procesos electorales y la reincidencia del gobierno como actor interesado en la competencia. En esa circunstancia el Consejo Electoral quedó rebasado, sin los instrumentos, ni la determinación legítimamente sustentada en el espíritu de la ley. El árbitro miró el juego ignorando el vandalismo de la tribuna.
No se trató de una omisión de ocasión, el anterior cuerpo de Consejeros había dejado el antecedente pues se sentía plenamente justificado en el propósito de la alternancia, pues no se entiende como tomó dos actitudes frente a presuntas flagrancias semejantes: con el Pemexgate, el IFE actuó con refinada perversidad si se toma en cuenta que los involucrados quedaron absueltos penalmente. En cambio, los Amigos de Fox fueron tratados con indulgente ingenuidad si se considera las declaraciones de su cerebro financiero Lino Korrodi. Se consiguió la alternancia, sí, pero al costo de generar nuevas dependencias. Se nulificó el dúo del gobierno y el PRI en simultaneidad con la pavimentación del camino a los poderes fácticos.
Es este error de diseño, cimentado en la fobia hacia el Partido Revolucionario Institucional. Error que ha metido al país en una pendiente de descalificaciones y falta de acuerdos en detrimento de la concordia democrática. El saldo negativo del 2006 en materia electoral fue la reinserción del gobierno federal en la disputa y la intervención inmoderada de los poderes fácticos. El árbitro no tuvo capacidad para contener y sancionar al entonces presidente Vicente Fox, ni a grupos empresariales que degradaron la elección en subasta.
El actual Consejo General del IFE se defiende con datos de la jornada comicial. Reconoce que ha perdido prestigio de acuerdo con una encuesta que ordenó a Parametría. Esgrime que ha hecho propuestas para mejorar las condiciones actuales de la competencia, sin que hasta ahora hayan hecho una campaña a fondo, apoltronados desde la comodidad que les reporta el desprestigio del Congreso. Los Consejeros, sin embargo, no han aceptado sus omisiones como árbitro. Sólo ofrecen informes burocráticos en los que nunca se encontrará un Mea culpa. Es difícil aceptar lo que no funcionó.
Antes de renunciar, los Consejeros del IFE tienen que lavarse la cara impulsando una reforma electoral centrada en la actuación de los partidos y de los ciudadanos, poniendo a raya a los poderes formales y fácticos. No se puede alimentar la infancia eterna de la ciudadanía. Pero estamos tan acostumbrados. Recientemente el PAN eligió a su dirigente en el Distrito Federal, lo destacable fue el parentesco de la ganadora con la familia presidencial y la intervención del inefable Lorenzo Servitje a su favor. Por esos pasos anda el PRI para elegir a su dirigencia nacional. Todo mundo sabe, aceptando versiones periodísticas, que a Enrique Jackson lo apoya la profesora Gordillo Morales, que detrás de doña Beatriz está Carlos Salinas de Gortari. La inteligencia y la dignidad de los consejeros que elegirán una nueva dirigencia sale sobrando, no es materia de noticia.
La marcha pudo ser un mensaje sensacional: unidad opositora contra la derecha. Se frustró la oportunidad y el tiempo sigue a disposición para que la izquierda democrática se adelante ante este grupo en el poder de la ideología desideologizada. La causa está inscrita: el tema del país es la lucha contra la desigualdad y la pobreza.
Terminó el mes de enero con su error, sin que hasta el momento se puedan sacar cuentas de sus consecuencias. Enero dejó un debate: la renuncia de los consejeros del IFE como condición para desatar el proceso de reformas. Una proposición ad hominen parece desproporcionada, pero si le quitamos esa envoltura a la propuesta del coordinador parlamentario del PRI en el Senado, y se centra el debate en el nudo de la cuestión, se puede construir el espacio para que el país tenga un mejor presente y deje de comer futuro.
Qué es con precisión lo que hace ruido en la política nacional, sin considerar los elementos de la economía. El agotamiento de un Instituto Federal Electoral que en su diseño de 1996 tenía un propósito claro, garantizar la alternancia, lo que en efecto se verificó en el año dos mil. Lo que no se previó fue la intervención desmedida de los poderes fácticos (empresariales) en los procesos electorales y la reincidencia del gobierno como actor interesado en la competencia. En esa circunstancia el Consejo Electoral quedó rebasado, sin los instrumentos, ni la determinación legítimamente sustentada en el espíritu de la ley. El árbitro miró el juego ignorando el vandalismo de la tribuna.
No se trató de una omisión de ocasión, el anterior cuerpo de Consejeros había dejado el antecedente pues se sentía plenamente justificado en el propósito de la alternancia, pues no se entiende como tomó dos actitudes frente a presuntas flagrancias semejantes: con el Pemexgate, el IFE actuó con refinada perversidad si se toma en cuenta que los involucrados quedaron absueltos penalmente. En cambio, los Amigos de Fox fueron tratados con indulgente ingenuidad si se considera las declaraciones de su cerebro financiero Lino Korrodi. Se consiguió la alternancia, sí, pero al costo de generar nuevas dependencias. Se nulificó el dúo del gobierno y el PRI en simultaneidad con la pavimentación del camino a los poderes fácticos.
Es este error de diseño, cimentado en la fobia hacia el Partido Revolucionario Institucional. Error que ha metido al país en una pendiente de descalificaciones y falta de acuerdos en detrimento de la concordia democrática. El saldo negativo del 2006 en materia electoral fue la reinserción del gobierno federal en la disputa y la intervención inmoderada de los poderes fácticos. El árbitro no tuvo capacidad para contener y sancionar al entonces presidente Vicente Fox, ni a grupos empresariales que degradaron la elección en subasta.
El actual Consejo General del IFE se defiende con datos de la jornada comicial. Reconoce que ha perdido prestigio de acuerdo con una encuesta que ordenó a Parametría. Esgrime que ha hecho propuestas para mejorar las condiciones actuales de la competencia, sin que hasta ahora hayan hecho una campaña a fondo, apoltronados desde la comodidad que les reporta el desprestigio del Congreso. Los Consejeros, sin embargo, no han aceptado sus omisiones como árbitro. Sólo ofrecen informes burocráticos en los que nunca se encontrará un Mea culpa. Es difícil aceptar lo que no funcionó.
Antes de renunciar, los Consejeros del IFE tienen que lavarse la cara impulsando una reforma electoral centrada en la actuación de los partidos y de los ciudadanos, poniendo a raya a los poderes formales y fácticos. No se puede alimentar la infancia eterna de la ciudadanía. Pero estamos tan acostumbrados. Recientemente el PAN eligió a su dirigente en el Distrito Federal, lo destacable fue el parentesco de la ganadora con la familia presidencial y la intervención del inefable Lorenzo Servitje a su favor. Por esos pasos anda el PRI para elegir a su dirigencia nacional. Todo mundo sabe, aceptando versiones periodísticas, que a Enrique Jackson lo apoya la profesora Gordillo Morales, que detrás de doña Beatriz está Carlos Salinas de Gortari. La inteligencia y la dignidad de los consejeros que elegirán una nueva dirigencia sale sobrando, no es materia de noticia.
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