martes, 30 de enero de 2007

De boca en Davos

Concluyó el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza. Como se ha hecho costumbre, para los gobernantes mexicanos, que en este caso es el Jefe de Estado en funciones, se participa en el foro que se encarga de promover la escala de valores de capitalismo. Es un foro netamente ideológico, y ahí fue el presidente Calderón, emulando a sus antecesores como el vendedor más grande de México, para convencer a los inversionistas y situarse en la agenda mediática. Ser visto por los inversores y los medios.

No se sabe que tan eficaz sea este encuentro para atraer inversiones, pues no se reportan contratos surgidos del Foro por la sencilla razón de que ahí se va a debatir, los negocios se cierran después. Las inversiones se allanan entre gobiernos a través de tratados. México está entre los países líderes en cuanto convenios comerciales firmados. El asunto es que ni el peregrinaje al santuario de Davos, ni los tratados comerciales, han logrado atraer la inversión que expanda el crecimiento económico que el país necesita.

Algo pasa. Será que no se trata sólo de ofrecer mano de obra barata, sino también seguridad y bajos impuestos. También puede ser que no les creen a los gobernantes mexicanos que se pavonean por aquellos lares. Con esa manía de presentarse ante el mundo como alumnos adelantados del libre mercado, al tiempo que se quiere dar lecciones doctorales. Algo notan en los presidentes de México.

Poniendo al margen el barullo proporcionado por las diferencias entre el presidente Calderón y otros gobernantes latinoamericanos, destaca la forma tan bizarra de asumir una ideología sin reconocerlo. Alan Arias Marín en Milenio comento esa fallida dualidad entre el ideólogo y el político, que sólo la preparación y la experiencia pueden hacer conjugar de manera exitosa. Para colmo, la gira presidencial en su conjunto, que incluyó Alemania, Gran Bretaña y España, se colmó de entrevistas exclusivas que redundaban en un mismo mensaje: Felipe Calderón ideólogo del mercado.

Pero ese es el incordio, no reconocer la ideología o darle una connotación negativa, mejor pasteurizarla con declaraciones que no ven desafío entre optar por gobiernos de izquierda o de derecha que recuerda al populista Luis Echeverría. O con una versión maniquea entre el pasado y el futuro, en el que hablando de América Latina describe su pasado en términos de la realidad soviética que sólo se implantó de manera más aproximada en Cuba. Mucho menos se puede afirmar que ese pasado descrito corresponda al de México, porque la economía no estuvo totalmente cerrada y centralmente planificada, ni en sentido estricto se vivió bajo una dictadura. Qué sentido tiene exagerar si no es para argumentar falazmente que México se inventó a partir del 2 de julio.

En Davos Calderón Hinojosa condenó las expropiaciones. Replicó su condena al diario La Vanguardia de España con un color más encendido, al declarar que México “es un seguro contra populismos” que “lo ocurrido en Venezuela, Bolivia y otros países, donde ha habido expropiaciones que los inversionistas consideran atentan contra su patrimonio, no debe ser percepción que englobe a toda la región”.

Por momentos Calderón se vio afoxado en su gira, con ese ánimo de necesitado ante el mercader, dispuesto a poner a cambio una libra de su propia carne. Confundiendo el teatro de la política con la farándula de los deportes y el entretenimiento. Convertido en paladín adverso de expropiaciones y nacionalizaciones. En serio descuido se le olvido decir a los inversionistas, ante los cuales compareció, que constitucionalmente en México las expropiaciones son válidas, que todavía existe un artículo 27 que las considera en el caso de utilidad pública. No dijo que el populismo tiene una base constitucional y por eso no puede vender todo lo que ofrece. Pero por eso luego no creen los inversionistas.

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