Ni hablar de distribución de
intención del voto o de preferencias ideológicas, eso ha quedado rebasado por
la violencia programada para infundir miedo. Los espectros referidos aquí son
las candidaturas en calidad de fantasmas que pueblan la contienda electoral.
Cómo hemos llegado a esto, es la cuestión. Candidatos y partidos compelidos al
uso de la mercadotecnia política, al periodismo venal, a las granjas de “bots”
que generan tendencias en las redes sociales, a las imágenes -del photoshop al
meme- y, sin quedar fuera, las encuestas. Técnicas ajenas a la consistencia de
personas reales, de carne y hueso. Mientras la audiencia desconoce lo que se
dice “off the record”, los acuerdos en corto y lo que redunde en una
privatización de la política, cuando debería referirnos a lo público por
excelencia. Se vale vomitar.
Campañas sin espíritu, en las cuales
no hay espacio para la alteridad que les haga poner los pies sobre la tierra.
De tal descompostura no está exenta la burocracia electoral, la encargada de
administrar y contar los votos, tanto como la encargada de enjuiciar el
proceso. Son parte del desastre porque en nada han contribuido a formar una
cultura cívica. Eso sí, se prestan a los enjuagues con la normatividad en la
mano y a trasmano, al mejor estilo de la Secretaría de la Función Pública. Ese
elefante blanco gestado por la tecnocracia.
Para completar, llegaron con
anticipación los que no fueron invitados a la fiesta: el crimen organizado. El
CO ha encontrado “una ventana de oportunidad” en el proceso electoral en curso.
Saben que la puerta de la escena nacional les quedó abierta desde el gobierno
de Miguel de la Madrid y desde la nunciatura papal encargada a Girolamo Prigione.
Con el debido acompañamiento del mercado de armas afincado en los Estados
Unidos, el CO acota candidatos y acogota a los ciudadanos. El CO es una realidad
que en nada se parece a los fantasmas. Ni las fiscalías autónomas, ni la
militarización de la seguridad pública, han rendido los resultados anhelados
para mantener la paz. La razón es sencilla, el Poder Judicial es un aliado de
facto del CO. Un poder constitucional autónomo con las rendijas “legales” a
modo para liberar delincuentes. Las familias de los victimados y de los
desaparecidos se tendrán que acostumbrar al duelo permanente.
La razón es complicada, el crimen
se ha enraizado en la economía de mercado, de ahí se ha infiltrado a la
sociedad. Lo que vivió el joven mazahua, reclutado por el CO (La Jornada,
2024-04-01) es muestra de la capilaridad criminal.
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