jueves, 22 de febrero de 2024

Detener la barbarie

“Estamos, pues, ante una situación intermedia y compleja. Podemos detectar en ella trazas de todos los comportamientos pasados de la humanidad y de todos los comportamientos futuros. En efecto, o nos orientamos cada vez más hacia la no violencia o vamos a desaparecer por completo,”

René Girard

Amas a AMLO o lo odias, es un enunciado equívoco si sobre el se quiere dirimir la contienda por la presidencia de la república en este 2024. Es una enunciación perniciosa porque opaca las postulaciones en concurso sin importar a qué alianzas o siglas correspondan. En esta circunstancia las candidaturas están desarmadas para alcanzar un futuro de fiar para todos. Encuestas, prensa, “podcast” y redes, convertidos en medios para exaltar la frivolidad y lo grotesco. Lo cual no es nada nuevo si recordamos la elección presidencial del 2000, se trató de la incursión desbocada de la tecnopolítica.



Visitar a Francisco, jefe de la iglesia católica, es un acto inútil por donde se le vea si no está acompañado de una declaración pública conjunta. Todo queda resumido en la toma de fotos. Esto bajo el supuesto no sustentado de que los mexicanos votan con la profesión de fe por delante. La gente votará en la ilusión de conseguir una ventaja personal, en el mejor de los casos. De nada sirve que una se declare católica si es ostensible su conducta grosera. Tampoco sirve pasar la muleta afirmando que la mayoría del pueblo es católico. Es propaganda que sólo oculta la crisis de los creyentes en Jesús. Los censos podrán arrojar cifras sobre las preferencias religiosas, pero ignoran la disminución creciente de una vida religiosa plena, sin oportunismo. Los censos no registran la desevangelización, que es el contexto real frente a la deificación del dinero y la fetichización que acompaña al mercado. Así entonces, la visita al papa quedó neutralizada. Las cifras censales no alcanzan a mostrar la evidente pérdida de vida religiosa entre la población. Otro dato, el crimen y el delito pintan, más bien destiñen el colorido de la pluralidad religiosa. Lo llamo el fracaso moral de la sociedad y, desde esa condición, el fracaso de sucesivos gobiernos para someter de tajo a la delincuencia en sus distintas denominaciones. El proyecto de Constitución moral del actual gobierno fue desairado por la sociedad, por el mismo pueblo.

Inexistente en esta disputa política electoral es la reflexión sobre la violencia pese a los hechos que revelan cuantiosa evidencia todos los días. El tema se utiliza como arma arrojadiza de unos en contra de otros. Se le etiqueta bajo otro tema, el de la seguridad, que no es lo mismo. Por eso la seguridad termina encallada como un subtema de redistribución (AMLO) de uso de la fuerza (Calderón) o de mejorar leyes y organismos de justicia (PRI neoliberal). Los remedios se han quedado cortos, la violencia se ha vuelto endémica. La violencia del CO desasosiega a comunidades y regiones. Parte de este aturdimiento es también la violencia intrafamiliar, los acosos laboral y sexual. Al final de cada día son mecanismos de sometimiento que pueden llegar a la aniquilación, lo cual sume al país en un duelo inextinguible.

Para el caso, lo que subyace en la violencia del CO es una disputa por la riqueza, en su representación abstracta se le llama dinero. Para ejercer su violencia el capo y sus secuaces ocultan su identidad bajo un alias y no deja rastro domiciliario alguno. Adoptan el armamento y la indumentaria de los militares, aparentan ser devotos creyentes y, si se da la oportunidad, se enmascaran como empresarios, llegan a estar en la lista de FORBES. Es raro que quieran ponerse el disfraz del político, prefieren extorsionarlo o pactar. El doble es su salvoconducto, los criminales nunca pueden mostrar una vida de acuerdo con lo que son porque se inculparían irremediablemente.

Junto a esto hay una creciente normalización de la violencia, “así es la naturaleza humana”, dicen. Esta percepción se refuerza a través de videojuegos y series listas para instruir: ser violento es normal, preferible a ser agente de paz; tampoco ayuda la supuesta colaboración del vecino, los Estados Unidos. Por un lado, se queja de que México es el corredor del fentanilo que está matando a su gente, al tiempo, ininterrumpidamente siguen proveyendo de armamento al CO. Los políticos estadounidenses son incapaces de salir del círculo vicioso en el que están.

Sobre este desastre se podría construir el eje del debate de la contienda presidencial del 2024. Hasta ahora ningún candidato ha tomado en serio el problema de la violencia. Para solucionar el problema primero hay que comprender el fenómeno de la violencia.

Por extensión, nada extraño resulta que las candidatas y el candidato no se hayan pronunciado contra el genocidio de la población Palestina ejecutado por el Estado de Israel.

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