jueves, 11 de enero de 2024

Caudillo o Patriarca

La vida del actual sexenio toma la cuenta de los meses. Juicios y vaticinios abundarán como un ejercicio ocioso de lo que fue el laboratorio de la 4T. El primer gobierno proclamado de izquierda bajo el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador. Él ha dictado su jubilación política a partir de la conclusión de su mandato constitucional. Esta por verse si puede o lo dejan disfrutar de su ostracismo. El simple hecho de aceptar la caducidad de su vida política echa por los suelos la imagen de mesías construida desde la oposición. Pero el liderazgo adoptado tampoco tuvo la forma del caudillo, que se distingue por mostrar habilidades de fuerza o militares. AMLO ha presumido de atributos morales como el sello de su condición de líder. Esto es más parecido a los patriarcas veterotestamentarios, que tomaron a la moral junto con sus apremios, como la marca de líderes legítimos del pueblo.

No usar mi imagen, decía.

Pues bien, a esta caracterización autoimpuesta por el fundador de MORENA, la sucesión vio a descomponer las prendas morales, insuficientes para ir a la raíz de las causas. El aire de superioridad moral daba lugar a fustigar a “la mafia del poder”, la cual en el correr del primer año al mando del poder ejecutivo fue descrita con el término politológico de oligarquía. Para los propósitos de la transformación, los magnates de la oligarquía siguen ahí y no les ha ido mal. Ellos nada más tuvieron que desaprender los excesos protagónicos instruidos por la teoría del libre comercio. Muchos oligarcas, no todos, volvieron al redil de calladitos se ven más bonitos. Lo que había que decirle al poder político fue en corto y en palacio, como se hacia antes, en los tiempos del partido hegemónico; los arrestos morales también fueron insuficientes para reducir el individualismo extremo cultivado por el mercado. El imaginario neoliberal que pulsa los apetitos egoístas salió fortalecido. El pueblo bueno, la revolución de las conciencias, no alcanzaron para someter a los malosos, sobre todo si se toma los acontecimientos violentos de los últimos meses. Se podrá argumentar que son una minoría, pero es activa y muy dañina. Se ignoraron el proceso y los mecanismos de individuación que, con radicalidad moderna, están despreocupados de toda moralidad. Siguieron su arrollador curso con el agregado de las tecnologías de la información.

Volvamos al tema de la sucesión, de la construcción de la candidatura a la presidencia de la república del partido gobernante. No mentir, no robar, no traicionar, apotegma transgredido. El proceso, calificado en priísmo antiguo, fue desaseado. Dicho en tono de vieja oposición, fue un proceso fraudulento. Se mintieron, robaron y traicionaron. Lo que ha seguido a la postulación deja maltrecho el imperativo moral obradorista. Tal como quedaron las cosas, el liderazgo de la 4T pasó de manos del moralista a las de la científica. Su liderazgo se acomodará a la legitimidad del conocimiento, parecido a como lo hicieron los positivistas porfirianos, más recientemente los tecnócratas criollos acunados en el neoliberalismo.

Total, queda la sensación, la transformación fue como revisitar al Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

 

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