Quedó anotado en la anterior
entrega: la sucesión como punto de quiebre del obradorismo. Porque si se piensa
que una persona tiene los hilos del poder en su mano, la realidad termina por
reventar esa fantasía. El esfuerzo y la distracción que aporta la sucesión a
las decisiones presidenciales, engarzadas a desplantes retadores, termina por
confundir la repetición de mantras con reflejos certeros. Entonces hay que
echarse para atrás para coger impulso, esto es, desdecirse. Peña no es un
corrupto, es un gran demócrata, por ejemplo.
Hoy en día se carece un gabinete
proactivo o como el que ayudó a sortear el capítulo de la pandemia. Por el
contrario, el gabinete parece una colección de floreros. La expresión no es
mía, AMLO la aplicó a los gobiernos que le antecedieron. Como sus antecesores,
el presidente sólo ha visto en los despachos bajo su responsabilidad piezas de
cambio a la medida de su ego, en nombre de la 4T. Por orden de desgracia: Medio
Ambiente, Educación, Comunicaciones, Gobernación. Como sus antecesores, no
fortaleció o desapareció el servicio profesional de carrera burocrático. Se
asumió como una bolsa de trabajo para los recomendados del partido y de sus
corrientes, sin alma para la profesionalización, tan necesaria para aliviar el
reuma del aparato. A diferencia de sus antecesores, los militares aportan su
disciplina y son puestos a disposición para subsanar al incorregible elefante.
De la Secretaría del Bienestar,
pese a los cambios en los encargados del despacho, se avanzó en la
bancarización de los apoyos sociales por segmentos poblacionales, en aras de
abatir costos e intermediaciones proclives a la corrupción. Imposible ha sido
quitarle su utilización con fines electorales. Recientemente, para definir la
coordinación del movimiento, esta agencia se volcó para darle sus servicios a
Claudia Sheinbaum.
Para el gabinete de seguridad el
cálculo se queda corto, el apoyo a jóvenes y sembradores no impiden el
reclutamiento y la operación del crimen organizado. La militarización de la
seguridad, hay que reconocerlo, es una estrategia en desarrollo sin más
medición que la oficial. Algún día, con el tiempo y un ganchito dirían los
abuelos, se tendrá la medida exacta y la anhelada reducción de las actividades
delictivas. Más allá de la cómoda distinción entre los fueros federal y común,
la percepción de la inseguridad sigue siendo alta. A veces por eventos que no
tienen la atención de los medios, pero si padecen las familias. Un caso es la
afectación a la infraestructura de cableado de la empresa TELMEX. Más de dos
veces al año, los usuarios de esa compañía se quedan sin servicio por el robo
de los cables de cobre y la vandalización de las cajas distribuidoras del
servicio a los domicilios. De las autoridades locales, ni sus luces.
Para completar, el tablero de
país independiente o no alineado se desploma en la diplomacia. Se acaba la
neutralidad en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Tampoco se condena el
bombardeo del Estado israelí sobre la población civil en Palestina. Y eso que
no gobierna el Cachorro del imperialismo.
Epitafio del sexenio: y se
hicieron iguales.
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