viernes, 19 de mayo de 2023

¿Qué izquierda?

El proceso de la sucesión presidencial pone a prueba al partido en el poder. Las elucubraciones y escupitajos empañan el ventanal de transparencia de las mañaneras. Quién es la persona auténtica, fiel, pura y digna de suceder a Andrés Manuel. Se olvida algo elemental. El poder no se hereda, se gana si se cuenta con el ánimo popular. A eso apunta el requerimiento de una encuesta.

Lo que llamamos izquierda ha tenido dos* o tres corrientes de dirección: la izquierda reformista, la radical y la ultra (socialdemócrata, comunista y anarquista) De las tres la primera sobrevive en diversas presentaciones. El comunismo arreó banderas antes de la caída del Muro de Berlín con el Eurocomunismo. El anarquismo prácticamente desapareció con su derrota en la Guerra Civil española.

Para no confundirse, pues sucede cotidianamente, es imperioso aclarar: MORENA no es invención excepcional que funda a la izquierda mexicana y sí se encuentra adscrito a la corriente reformista. El reformismo por lo general se carga al centro y se propone la nivelación social sin desaparecer al capital privado, tampoco pretende destruir al Estado. Aunque no se presuma, esa adscripción le ha concedido a MORENA el apoyo de clases medias y de empresarios.

En el gobierno de López Obrador se nota el abrevadero del laborismo inglés (reformas sociales) y del no menos inglés keynesianismo (participación económica del Estado y equilibrios macroeconómicos) cortesía de su amigo Jeremy Corbyn.

Andrés Manuel on Twitter

En el presente, esa es la izquierda con posibilidades de acceder, mantenerse o salir del poder dentro de la democracia electoral. Es lo que hay.

Aceptando sin conceder, los dirigentes, militantes y simpatizantes del movimiento están conscientes de la naturaleza reformista del partido. Esa es la izquierda que les define y aspiran a representar. El problema comienza cuando se trata de ganar simpatías y, sobre todo, distribuir influencias. Entonces la puerca tuerce el rabo. Es aquí donde la adscripción a grupos y el reclamo meritocrático desequilibra la supuesta congruencia del movimiento. Se convierte en un palenque de apuestas por el gallo favorito con argumentaciones que nada tienen que ver con el proyecto de izquierda.

A esto se añade la conducción carismática del movimiento que funciona como un paraguas que cubre a todos los obradoristas, en primera instancia. Ese estilo neotestamentario de prodigar alabanzas y anatemas, de recomendar humildad y arrogancia, que su propio camino a Damasco le reveló. El carisma penumbra el proyecto de manera indefectible si AMLO se retira de la política. El carisma no se adquiere en la botica, ni se trasmite de mano en mano. Por eso más vale que se allane la ruta de la encuesta para darle certidumbre a la continuidad de un gobierno reformista. Más aún si se considera que falta mucho por hacer en materia de educación y salud, de justicia ni hablar.

*Para los jóvenes, acerca de esta clasificación revisen, si les viene en gana, el texto Crítica del Programa de Gotha (Karl Marx, 1875)

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