Sí, los partidos de oposición no
están en su mejor momento, sometidos a un liderazgo externo a sus propias
escuadras y pegados al respirador de los grandes medios empresariales de la
comunicación. Pero tampoco están desvalidos, las autoridades electorales en el
INE y el Tribunal, se les ofrecen como muro de contención ante la eventualidad
de un nuevo tsunami en las elecciones del 2024.
De manera explícita lo hace el
INE, temeroso de que la tibia reforma electoral (Plan B) siga su curso
legislativo hacia la aprobación en el Senado, se ha pronunciado en desacuerdo.
Anuncia que se acogerá al Poder Judicial para impugnar y detener el arribo a
buen puerto de la reforma electoral.
De aprobarse en la Cámara y
concedérsele el aval judiciario un desastre se avecina en el 2024, dicen los consejeros
electorales, cargado de litigios antes y después de la elección. Generando tremenda
e indeseable incertidumbre, todo eso sucedería. Por lo que la autoridad
electoral anticipa que el proceso se le saldría de las manos de quedar en firme
la reforma. Aunque se supone que ese es su trabajo, administrar elecciones y
contar votos. Cuando es sabido que se instituyó para evitar o disminuir
anomalías consustanciales al concurso electoral.
La falacia de un futuro
amenazante es la pieza argumentativa del INE para justificar anticipadamente
negligencias, omisiones y parcialidades de su parte. El árbitro toma partido.
No se hagan bolas, para la justa
electoral del 2024 lo que cabe esperar es la manifestación copiosa de la
voluntad popular, también puede ocurrir su opuesto, una abstención desmesurada,
la negativa a la emisión del voto como muestra de desconfianza al proceso
electoral.
Se puede dar el refrendo a MORENA
para que siga a cargo del Ejecutivo con una amplia mayoría parlamentaria, lo
cual temen en la oposición. O volvería el gobierno dividido, como lo fue de
1997 a 2012. En las actuales condiciones, con o sin reforma, el vuelco
favorable a la oposición se ve difícil.
Por eso la toma de posición del
Consejo General del INE no oculta el deseo de que las cosas salgan mal. La
confrontación mantenida durante los últimos cuatro años con el presidente y su
partido es la fuente de sus ominosos pronósticos. Cuando esta autoridad debería
ser la primera voz en difundir confianza, más cuando presume estricto apego a
la ley y para eso están. Pero es más fuerte su apego a la partidocracia que lo
engendró y la defienden. Niegan la posibilidad de que dentro de un proceso
democrático la ciudadanía puede reclamar el regreso de la figura de partido
hegemónico, lo que ha venido ocurriendo desde 2018.
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