El presidente López Obrador
concentra sus energías recorriendo el país, la política interior es su mejor
política exterior. De ningún modo quiere decir que esté desconectado o
desinteresado por lo que ocurre en el Mundo. Para enfocarse en el quehacer
nacional sin descuidar el ambiente exterior ha encargado a Marcelo Ebrard
atender ese frente, quién desde la Secretaría de Relaciones Exteriores mantiene
a México en el pulso del concierto de naciones. En ese encuadre, el presidente
ha podido tener presencia incluso desde la ausencia. Ejemplo reciente se
encuentra en la IX Cumbre de Las Américas (6 al 10 de junio de 2022) Él fijó su
protesta por la exclusión de Estados y decidió no asistir a la sede en Los
Ángeles, California. Al tiempo, el Canciller lo representó en el evento para
plantear no sólo el rechazo a la política de exclusión, sino para replantear
una América unida con base al respeto de soberanías y en el propósito del
desarrollo para disminuir las desigualdades que flagelan al Continente en
cuestión.
Se podría decir que nada nuevo
hay bajo el Sol. Se trata de una aspiración bicentenaria de los pueblos
americanos que no por añeja es descartable, relegada por el giro
ultraconservador que impregnó la política internacional desde la divisa del
libre comercio impulsada en la década de los setenta del siglo pasado.
Por demás no está. Hubo una vez,
tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, que la mayoría de los Estados
coincidieron en el reconocimiento de las soberanías y el desarrollo de los
pueblos. No sólo se creó la ONU (1945), se fundaron instituciones financieras
como el Banco Mundial (1944) y el Fondo Monetario Internacional (1945) para
impulsar el desarrollo bajo el esquema del Estado del Bienestar. El liberalismo
económico estaba en la lona. El consenso de Bretton Woods, se le llamó. Para
América se creó la Organización de Estados Americanos (1948), la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (1948) y el Banco Interamericano de
Desarrollo (1959) Este esquema comenzó a ser sustituido por el
llamado consenso de Washington en los ochenta, el cual tuvo sus precursores en el
Foro Económico Mundial (1971), la Organización Mundial de Comercio (1995) y,
con anterioridad la OECD (1961). Instituciones y agencias radicadas en el hemisferio
norte, a excepción de la CEPAL con sede en Santiago de Chile.
Las siglas conservadoras se
hicieron de la influencia suficiente como para alterar al BM y al FMI, hasta convertirlos
en propulsores destacados del monetarismo (neoliberalismo) Más comercio, menos
Estado. A este consenso respondió el serial de la Cumbre de las Américas (1994)
promovente del libre comercio. Es hasta la IX edición de la Cumbre en 2022 que
el viento del Sur ha traído la voz del Sur. A ese cambio ha contribuido México
y no hubo ni desastre, ni fracaso. Por el contrario, se abrió una ventana de esperanza
para un entendimiento más justo entre el Norte y el Sur de América.
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