Hubo una vez un presidente en México -Plutarco Elías Calles- quien, al concluir su periodo continuo como el jefe Máximo de la política, mangoneó a tres presidentes que le sucedieron hasta que un cuarto presidente (Lázaro Cárdenas del Río) lo despachó al extranjero en 1935. Ese periodo se le conoció picarescamente como el Maximato, 1924-1935.
Esto lo traigo a colación porque
las recientes elecciones del domingo 5 de junio se dio un paso más en la
liquidación de otro Maximato, el de Carlos de Salinas de Gortari. Liquidación
que, por cierto, inició de manera firme y sin pausa a partir del triunfo de
López Obrador en las elecciones presidenciales de 2018.
“Haiga sido como haiga sido”
Salinas fue presidente de 1988 a 1994. Le sucedieron cuatro presidentes con su
respectivo sexenio completo y el guion de Salinas siguió incólume, nadie de sus
sucesores se atrevió a desafiarlo. Su proyecto fue validado por Zedillo, Fox,
Calderón y Peña Nieto, para así recrear un Maximato de 1988 a 2018. Treinta
años sostenidos a base fraudes, prácticas leguleyas y de violencia de Estado
contra los opositores. El poder político puesto al servicio de magnates
repartiendo bienes del Estado. Esa fue la alta política.
Se entiende porqué el núcleo duro
del antiobradorismo es salinista y se enlista en cada convocatoria de los
abajofirmantes. Suele perderse de la memoria el hecho de que Salinas refundó al
PAN, le despejó sus pruritos moralistas y lo hizo adicto a los recursos
públicos. No fue casual que gente como Calderón y Fox saltaran a la palestra
política en el sexenio del Hijo de Agualeguas.
Contra el parecer de tecnócratas
y priístas, después del asesinato del candidato oficial Luis Donaldo Colosio,
Salinas ungió a Ernesto Zedillo como candidato del PRI. Hay que recordar, la
disposición de un fondo de protección a los ahorradores -jaja- quedó
establecida a la par con la reprivatización de los bancos decretada por el
gobierno de Salinas ante la eventualidad de una quiebra bancaria aislada. Lo
que ocurrió fue una quiebra generalizada de bancos y a Zedillo le tocó operar
el FOBAPROA, de transformarlo en colosal deuda pública.
La llamada alternancia partidista
en el Ejecutivo federal también fue tocada por la mano de Salinas, pero el
dueño del rancho San Cristóbal fue incapaz de realizar las reformas que le
exigieron sus patrocinadores. Fox dejó las riendas de la administración a su
secretario de Hacienda -salinista por añadidura- Francisco Gil Díaz. Con ello
se consumo la alianza para la corrupción, los panistas en el poder aprendieron
a robar en serio.
Felipe Calderón no hubiera podido
entregar hectáreas de tierra concesionadas a empresas mineras sin la reforma al
artículo 27 constitucional que publicó Salinas. Tampoco hizo reformas de gran
calado por lo que encontró caminos al margen de la Constitución para
desmantelar el sector energético todavía en manos del Estado.
Ya con Peña Nieto en la
presidencia el salinismo pudo instrumentar la reforma que más le interesaba, la
energética. En el recorrido de este Maximato se modificaron las pensiones, la
ley laboral, se estableció la subrogación de los servicios públicos de salud,
bueno, hasta una reforma al Poder Judicial en beneficio de los poderosos. El
fin de la historia fue consumado. Eso creyeron. El PRD había sido admitido como
comparsa para definir tres fuerzas políticas nacionales en el reparto del
queso. No advirtieron la posibilidad de que un movimiento opositor, nacido como
asociación civil y transformado en partido posteriormente, les haría
competencia andando los barrios de las ciudades y recorriendo todos los
municipios del país hasta en sus comunidades más apartadas. Ese movimiento
-MORENA- ya conquistó la presidencia de la república, es poder en 22 estados,
tiene mayorías en los congresos.
El Maximato ha perdido
condiciones para su reproducción. Para colmo, taumatúrgicamente se puso como líder
visible a Claudio X. Jr. El operador salinista de la alianza opositora. No sólo
se escogió un pésimo líder, sino que persistieron en su errónea concepción de
que la democracia es un asunto elitista y de raudales de dinero.
Cambió el esquema de valores en
la competencia política y eso tiene muy molesta a la alianza opositora. Esa
alianza proclama: “hay tiro en el 2024”, se han de creer pandilleros. Mantienen
su fe en la trampa, el fraude incluso en la violencia. Que nadie se extrañe,
prepararan grupos de choque para poner en escena una noche de cuchillos largos.
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