Una ventaja de los tiempos
democráticos que corren en México es la libertad de expresión que visibiliza
las posturas ideológicas. Tan al viento que no hay disfraz que se sostenga por
mucho tiempo. Sus ejes son el clasismo y el racismo, con un tufo
aristocratizante y de imitación acrítica por lo anglosajón que pone como marca
de superioridad el dominio de la lengua inglesa. Así se diga demócrata y liberal,
incluso cercana a la izquierda, la ultraderecha enseña el cobre al difundir
mentiras y promover el miedo. A principios del siglo pasado en Europa soltaban
la especie de que los comunistas y los judíos se comían a los niños. No les
preocupó demostrarlo, su propósito era aterrorizar.
El terrorismo informativo ha sido
un arma de combate de la ultraderecha, usa medios y periodistas, infiltra a los
partidos, se regocija en la “sociedad civil organizada” y la manipulación de
las redes sociales. Una plataforma del terror con acciones como la operada por
Enrique Krauze desde la calle Berlín en Coyoacán durante la campaña
presidencial del 2018. Con toda la falta de escrúpulos que es posible, pueden
dar por cierta una balacera en el aeropuerto de Cancún ¡Que nunca existió!
Siguen con lo de la “Casona” sin
acreditar la propiedad del imputado, ni el uso de recursos públicos. Se
mantienen en sus cuatro en concierto con los senadores del PAN que se
ridiculizan a sí mismos con el LEGO de la “casa gris”, patentando su calidad de
ultraderecha ¿Con ellos van a hipotecar su futuro los legisladores del PRI y
del PRD?
Para el terrorismo informativo es
ajeno verificar información, consultar y exhibir fuentes, utilizando lo que se
sube en las redes sin más consideración. Si golpea al gobierno a de ser bueno.
Ese es su control de calidad. Así se han manejado los actos violentos del
crimen organizado como los de este año en Michoacán. Un estado de la república
donde antes el crimen pactaba con el gobierno de turno, se mantenía en contacto
con políticos.
Es la ultraderecha que
tácticamente se apoca cuando salen a escena los policías encargados de la
seguridad pública durante el gobierno de Felipe Calderón. Los procesos abiertos
en contra de Genera García Luna y su banda no merecen su atención y difusión,
si acaso un desmarque: no sabía de sus nexos con el crimen organizado. La misma
actuación se repite cuando se trata de los avances en la investigación sobre
los 43 estudiantes normalistas desparecidos de Ayotzinapa. Voltea para otro lado.
Cuando una máscara se cae, como
la “feminista”, la ultraderecha se pone la indumentaria ambientalista. Es su
nuevo afán a propósito del Tren Maya, recurren a la farándula y desprecian las
consultas hechas a la población de la Península.
Su vocación antidemocrática queda
al desnudo frente al proceso constitucional de revocación de mandato que convoca
ir a las urnas el próximo domingo 10 de abril. Es un proceso de doble filo, en
el cual la oposición no ve las de ganar limpiamente. Por tal motivo se apresura
a descalificar la convocatoria. Todavía más ruinoso para la salud democrática
es el tándem en el que se amartelan el Partido Acción Nacional y el Instituto
Nacional Electoral ¡Qué desprestigio para el INE!
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