miércoles, 13 de octubre de 2021

Ocho años después

“Conviene, en verdad, evitar todas las acciones deshonestas, no como actos ilegales, sino como actos vergonzosos;”

“Pero conviene anteponer los intereses públicos a los privados”

Gayo Plinio Cecilio Segundo.

Realmente, en términos periodísticos no se ha explotado la información desprendida de los Papeles de Pandora. El uso de “offshore” por más de tres mil mexicanos lo hicieron petardo al enfocarlo a gente relacionada con la 4T. Lo minimizaron miserablemente. Muy cuidadosos, los medios involucrados en la difusión, por no hacer un enfoque pormenorizado hacia empresarios regiomontanos. Mucho menos se les ha ocurrido hacer la gran asociación entre la “inversión” en paraísos fiscales de empresarios relacionados con la condonación de impuestos, con los contratos de infraestructura pública o provisión de medicamentos, ni de concesiones del Estado (en energía, minería, telecomunicaciones) Los Papeles de Pandora en su versión mediatizada sólo remiten a una argucia legal para evadir impuestos el país de origen de los capitales. Pero un reportaje robusto con el cúmulo de información daría con el núcleo de la oligarquía. Ojalá se animen Proceso y Quinto Elemento Lab.

Todo esto lo pongo al principio porque está relacionado con la reforma eléctrica. Describe lo que ha sido el neoliberalismo en México, por lo que se refiere a: depredar la riqueza pública en beneficio de muy pocos, poquísimos.



Hace ocho años se había sentenciado la defunción de la Comisión Federal de Electricidad y de Petróleos Mexicanos. Las palabras de los Manueles, Bartlett Díaz y Camacho Solís, se desestimaron en el Senado. Eso sí, se ensañaron con Cuauhtémoc Cárdenas y se hicieron eco de la monserga de especialistas, entre ellos el actual director editorial del diario Reforma.

Ocho años después los mexicanos, no sólo los senadores, estamos en la tarea de corregir lo contrahecho. Lo que hizo la reforma energética de Peña Nieto fue establecer un mercado amañado de los energéticos, dirigido a favorecer a ciertos agentes y madrear a otros, a los públicos. El libre comercio, la competencia, la competitividad fueron lo de menos, palabras vacías. El mercado amañado ponía en manos de empresas predestinadas y de políticos que las acompañaron el mercado de los energéticos.

La oligarquía se opuso a la malograda Ley de la Industria Eléctrica. Con la reforma eléctrica de empaque constitucional ya no podrán recurrir a sus amanuenses del Poder Judicial para solicitar amparos. Y lo mejor, lo peor para ella, un Pueblo en pie de lucha que será la pesadilla de los senadores y legisladores conservadores.

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