martes, 23 de marzo de 2021

República recuperada

 “No sabemos quién inventó el lema de la Revolución francesa, pero debió ser alguien de una perspicacia extraordinaria. Al par de contrarios liberté y égalité, irreconciliables según la lógica ordinaria, añade un tercer factor o fuerza, fraternité, procedente de un nivel superior.”

Ernst Friedrich Schumacher

Una constante en la recuperación de la República al servicio de los ciudadanos ha sido la operación de la Hacienda Pública, como instrumento para alcanzar una mejor utilización de los recursos públicos orientados hacia el bienestar de la población en su conjunto, sin parcialidades de grupos preponderantes de acuerdo con la riqueza acumulada, al acceso a posiciones de poder político o de pertenencia a un gremio.

Ahí está el costo de la aristocracia obrera, así se ha denominado en el pasado a los líderes sindicales, su enriquecimiento a costa del erario.

O cómo la política entre los políticos más ambiciosos se consolidó de la mano del neoliberalismo, como palanca de acumulación personal y familiar. La política como formadora de empresarios discretos y exitosos. Por lo general, esos políticos no ventilan públicamente sus actividades empresariales porque corresponden a su vida privada, dicen.


Ilustración tomada del gobierno de Francia en su portal Francia Diplomacia

Pero lo más desastroso para la Hacienda Pública, en el pasado reciente, han sido las ventajas que se le dieron a poderosos grupos empresariales. Esgrimiendo el libre comercio, se instrumentó una liberalización económica dirigida -no expuesta a un libre juego del mercado- con el ánimo de establecer una plutocracia lo más ajena posible a la existencia de una República (escribo lo más ajena porque no se atreven a borrar la palabra República de la Constitución) Una protección desmedida de los grupos más fuertes, para siempre ganar y nunca perder.

Vamos con la disposición más expoliadora de las finanzas públicas: el FOBAPROA. Cuando se estableció por ley la reprivatización del sistema bancario, se creó fondo dirigido a sostener la eventualidad de un rescate bancario bajo el eufemismo de protección a los ahorradores. Esa eventualidad llegó y endeudó a las finanzas públicas. Todavía no se le conoce fin a esa sangría. Ya nada más comparar cómo arregló Obama la crisis bancaria del 2008, mediante préstamos del Tesoro y su obligada recuperación.

Pero el desfalco no quedó ahí, se hizo ruta. Se sucedieron condonaciones millonarias de impuestos a los grandes consorcios, concesiones ventajosas sobre el aprovechamiento de los recursos naturales, se fundó de facto un monopsonio acaparador de medicamentos, florecieron contratos para hacer ganar a ciertas empresas sin importar el deterioro de la Hacienda. El caso era exprimir lo más posible los recursos del Estado sin asumir los riesgos del mercado.

Por eso ahora, desde la Hacienda Pública, se está recuperando la República y ésta sale a tomar el Sol. La larga noche plutocrática quedó atrás.

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