La contienda electoral
norteamericana ha tenido efecto para la disputa política en México. Ya desde
Miguel de la Madrid la “gringología” era parte de la conversación, donde los
participantes eran prolijos en mostrarse como expertos en esta disciplina
criolla. Algunos realmente lo eran y lo siguen siendo. El caso es, para mí, una
materia fuera de interés y por eso no voy a seguir esa ruta. Lo que sí quiero
destacar es el uso político que se le ha dado al tema de las elecciones
presidenciales estadounidenses por parte de medios, periodistas y la opinión de
editorialistas, donde la prensa acoge a los intelectuales*.
La ocasión ha servido para
exhibir la contrariedad del espectro opositor mexicano. Al no poder ganar
adeptos entre la población ven en el candidato Biden al Mesías anglosajón que
les ayude a derrotar a López Obrador, Biden como el nuevo Maximiliano de
allende el Río Bravo que venga a civilizarnos. Elucubran con la analogía más
absurda: Donald Trump y AMLO son lo mismo. Se trata de una reducción a la cual
no se le conceden matices.
Demuestran
gran frustración al tratar de convertir una elección ajena en causa de guerra
que atice la confrontación política doméstica. Sus deseos obnubilan su
inteligencia y les hace pedestres. Ha sido una estrategia recurrente y sin
éxito, las variaciones han estado en los temas. El nuevo aeropuerto de CDMX, el
Tren Maya, la refinería de Tres Bocas, la causa feminista, la emergencia Covid.
El clamor
de la derecha pregona, Biden ¡Sálvanos! Trump nos falló.
Esperaban
que la relación entre Trump con Andrés Manuel fuera de confrontación. Ahora
recurren a la fijación con otro personaje: Biden, por favor peléate con AMLO.
*En el ocaso de los gobiernos de
la Revolución Mexicana, O. Paz postulaba la distancia entre los intelectuales y
el poder (político) G. Zaid lo secundaba al criticar a los intelectuales seducidos
por el poder (político) El paréntesis lo reitero porque el poder no lo
vincularon al que resulta de las grandes fortunas, al poder económico. Al
doblar el giro hacia el neoliberalismo, esta prédica y la diatriba fueron arrumbadas.
Con la tecnocracia en el poder, se potenció la capacidad de seducción del
Estado sobre los intelectuales con recursos que no les exigían declararse fieles
al partido en el gobierno. Los puestos en la diplomacia, en las instituciones
de educación y cultura del pasado se quedaron cortos. Se crea el SNI, el FONCA,
el Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia, se dotó como nunca de
recursos a El Colegio Nacional, y ya con Fox, el Foro Consultivo Científico y
Tecnológico. La relación orgánica de los intelectuales y el poder quedó
sancionada y sin asquitos. Estos mecanismos razonables y discutibles no son los
únicos, se abrieron los contratos para consentir al intelectual empresario, los
espacios para el intelectual burócrata en los organismos autónomos.
1 comentario:
Muchas gracias Jorge, excelente artículo, coincido a plenitud.
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