La impunidad ¿demasiado extendida y sin corrección? Hago esta apertura entre interrogaciones porque se acumulan las investigaciones sobre personajes y escasean las sentencias que impongan penas. Investigaciones que se han acelerado en este sexenio si se les compara con las iniciadas en los tres primeros sexenios del siglo XXI.
Cuando ocurrió la crisis
financiera mundial del 2008, a causa principalmente de los créditos
inmobiliarios otorgados sin garantías confiables, desde la Reserva Federal de
los Estados Unidos se acuñó la frase “Too big to fail”. Con esa máxima se
justificó la intervención pública para salvar a los bancos de la quiebra con
dinero de los contribuyentes, en plena Era en la que se estigmatizó colosalmente
la intervención del Estado en la economía, en el supuesto de que subvertía el
libre comercio. Los teóricos del monetarismo ni se inmutaron.
La frase citada rebotó en mi mente
por las reacciones en defensa del General Salvador Cienfuegos Zepeda, quien fue
detenido por la agencia antidrogas de los Estados Unidos (DEA) la tarde el
jueves 15 de octubre en el aeropuerto de la ciudad de Los Ángeles, California.
El General estuvo a cargo de la Sedena durante la gestión de Enrique Peña Nieto
y seguro se consideraba intocable. Demasiado visible para ser llevado al reclamo
de la justicia.
Ciertos o falsos, los cargos
tendrán que brindar sus pruebas en los tribunales estadounidenses. Para infortunio
de Cienfuegos no le alcanzó para la fianza y así correr en libertad su juicio.
Lo que queda registrado es la respuesta de barnizada indignación, muy al estilo
priísta ¡pruebas, pruebas! lo cual nos debería parecer fuera de época. Se les
olvida a todos los oficiosos defensores del General, los acuerdos del pasado
que normalizaron la intervención estadounidense en materia de combate al tráfico
de drogas. Se le apodaba colaboración, de cuyos tristes emblemas se destacan la
Iniciativa Mérida y la Operación rápido y furioso. Parte de los llamados
caminos a la modernidad.
Lo que se dirime es más que un
caso, de posible deriva fatua. El tema puesto en el centro es el de la
impunidad sistémica, difícil de quebrar, de la que están blindadas las élites
mexicanas. Tener poder o algún modo de prestigio, se convierte en patente de
corzo para actuar sin escrúpulos y quedar fuera del alcance de la ley.
En México hay un culto a la
impunidad de la gente con rango supuestamente superior (vale recordar, la Constitución
nos hace iguales) De tiempo atrás, en el culto a la impunidad se han
incorporado los jefes del crimen organizado, su apología se ha “normalizado” a través
de canciones, videoseries, no sólo proviene de sus bases sociales. Los capos
quieren disfrutar de la impunidad de los de arriba, de los políticos, de
algunos empresarios bien conectados al gobierno, como el de Altos Hornos de
México, el señor Ancira. Es un culto que permea y genera una disputa por la
impunidad silente, efectiva en su selectividad, que se mueve como el instinto del
depredador sobre su presa, con el placer del sádico ante el sufrimiento del
prójimo.
La impunidad es, también,
refuerzo de la desigualdad. Tal vez por eso tiene prominentes defensores. No se
limita a delitos de alto impacto que no son castigados, la impunidad tiene
variaciones, como el acoso sexual. El año pasado un eminente investigador,
Ranulfo Romo, adelantó su jubilación en la UNAM por tener expedientes con
demandas por acoso que llegaron al Tribunal Universitario. No se supo de
sanción alguna, ni mediáticamente fue estigmatizado, ni siquiera lo fue por el
ruidoso movimiento feminista. Es una muestra de la protección que acompaña a
los que presumen prestigio, el blindaje de las élites. En las monarquías
feudales se les llamaba privilegios, extendidos por decretos reales.
Por eso es muy importante el
desenlace del juicio al General Cienfuegos, igualmente lo es la consulta
aprobada por los Diputados para que la gente decida el juicio a los políticos
que viven “en la plenitud del pinche poder”, como dijo un gobernador de
Veracruz.
Reducir la impunidad nos haría un
país más democrático, igualitario y justo. Pero la impunidad no es fácil de
quebrar, tiene aplaudidores por montón.
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