viernes, 23 de octubre de 2020

La impunidad


La impunidad ¿demasiado extendida y sin corrección? Hago esta apertura entre interrogaciones porque se acumulan las investigaciones sobre personajes y escasean las sentencias que impongan penas. Investigaciones que se han acelerado en este sexenio si se les compara con las iniciadas en los tres primeros sexenios del siglo XXI.

Cuando ocurrió la crisis financiera mundial del 2008, a causa principalmente de los créditos inmobiliarios otorgados sin garantías confiables, desde la Reserva Federal de los Estados Unidos se acuñó la frase “Too big to fail”. Con esa máxima se justificó la intervención pública para salvar a los bancos de la quiebra con dinero de los contribuyentes, en plena Era en la que se estigmatizó colosalmente la intervención del Estado en la economía, en el supuesto de que subvertía el libre comercio. Los teóricos del monetarismo ni se inmutaron.

La frase citada rebotó en mi mente por las reacciones en defensa del General Salvador Cienfuegos Zepeda, quien fue detenido por la agencia antidrogas de los Estados Unidos (DEA) la tarde el jueves 15 de octubre en el aeropuerto de la ciudad de Los Ángeles, California. El General estuvo a cargo de la Sedena durante la gestión de Enrique Peña Nieto y seguro se consideraba intocable. Demasiado visible para ser llevado al reclamo de la justicia.

Ciertos o falsos, los cargos tendrán que brindar sus pruebas en los tribunales estadounidenses. Para infortunio de Cienfuegos no le alcanzó para la fianza y así correr en libertad su juicio. Lo que queda registrado es la respuesta de barnizada indignación, muy al estilo priísta ¡pruebas, pruebas! lo cual nos debería parecer fuera de época. Se les olvida a todos los oficiosos defensores del General, los acuerdos del pasado que normalizaron la intervención estadounidense en materia de combate al tráfico de drogas. Se le apodaba colaboración, de cuyos tristes emblemas se destacan la Iniciativa Mérida y la Operación rápido y furioso. Parte de los llamados caminos a la modernidad.

Lo que se dirime es más que un caso, de posible deriva fatua. El tema puesto en el centro es el de la impunidad sistémica, difícil de quebrar, de la que están blindadas las élites mexicanas. Tener poder o algún modo de prestigio, se convierte en patente de corzo para actuar sin escrúpulos y quedar fuera del alcance de la ley.

En México hay un culto a la impunidad de la gente con rango supuestamente superior (vale recordar, la Constitución nos hace iguales) De tiempo atrás, en el culto a la impunidad se han incorporado los jefes del crimen organizado, su apología se ha “normalizado” a través de canciones, videoseries, no sólo proviene de sus bases sociales. Los capos quieren disfrutar de la impunidad de los de arriba, de los políticos, de algunos empresarios bien conectados al gobierno, como el de Altos Hornos de México, el señor Ancira. Es un culto que permea y genera una disputa por la impunidad silente, efectiva en su selectividad, que se mueve como el instinto del depredador sobre su presa, con el placer del sádico ante el sufrimiento del prójimo.

La impunidad es, también, refuerzo de la desigualdad. Tal vez por eso tiene prominentes defensores. No se limita a delitos de alto impacto que no son castigados, la impunidad tiene variaciones, como el acoso sexual. El año pasado un eminente investigador, Ranulfo Romo, adelantó su jubilación en la UNAM por tener expedientes con demandas por acoso que llegaron al Tribunal Universitario. No se supo de sanción alguna, ni mediáticamente fue estigmatizado, ni siquiera lo fue por el ruidoso movimiento feminista. Es una muestra de la protección que acompaña a los que presumen prestigio, el blindaje de las élites. En las monarquías feudales se les llamaba privilegios, extendidos por decretos reales.

Por eso es muy importante el desenlace del juicio al General Cienfuegos, igualmente lo es la consulta aprobada por los Diputados para que la gente decida el juicio a los políticos que viven “en la plenitud del pinche poder”, como dijo un gobernador de Veracruz.

Reducir la impunidad nos haría un país más democrático, igualitario y justo. Pero la impunidad no es fácil de quebrar, tiene aplaudidores por montón.

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