En la anterior entrega hice una
serie de observaciones sobre el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador. Su
modo de comunicarse/informar sin intermediarios le ha permitido hasta ahora
tener una aceptación popular por encima del porcentaje de votos obtenidos por él,
el año pasado (2018), esto según diversas encuestas.
Qué hay de otros liderazgos, el
de los grandes empresarios que prefieren no tener visibilidad política. No han
estado a favor de algunas medidas tomadas, lo de la cancelación del aeropuerto
de Texcoco no les gustó, por ejemplo. Pero les gustó cuando López Obrador dio
la cara y salvó a México provisionalmente de una guerra arancelaria con Estados
Unidos amagada por Donald Trump. Uno a uno, los grandes empresarios han ido
llegando acuerdos con el presidente de la república. Tal vez no todos se sumen,
pero saben que hay garantías a la propiedad, como el respeto a los contratos o
la negativa de recurrir al expediente de las nacionalizaciones. El no crear
nuevos impuestos, pero sí cobrar los existentes. Reducir el costo de la
corrupción. No incrementar y hacerse cargo de la deuda pública heredada. Estos
son rasgos que generan confianza.
Por el lado de los partidos políticos,
sus liderazgos todavía no superan la zarandeada que les dieron en las
anteriores elecciones federales. Se incluye a Morena, este partido mientras no
consolide una estructura será una veleta de AMLO; el PRD quiere cambiar de
nombre, pero no se le ve reuniéndose en las plazas públicas convocando a los
ciudadanos. Un partido burocratizado que solo entiende de trámites y de
convocatoria a celebridades, algunos de celebridad muy cuestionada; el PAN
tiene a Marko Cortés, quien tampoco hace mucho por conectarse con la gente,
salvo en los medios cuando lo pelan o en las redes con escaso éxito. Dónde está
ese partido que parecía haber superado la larga hibernación que lo confinó como
un partido místico del voto; en el PRI la situación está peor, Alejandro Moreno
-Alito- no ha resultado un hálito de esperanza para los priístas. Sin
presupuesto a disposición no tienen manera de encauzarse a la reconquista del
voto; Movimiento Ciudadano, un partido nacional dirigido por Dante Delgado Rannauro
que en realidad es un partido regional comandado Enrique Alfaro. Muy limitado.
La morralla partidista opta por acomodarse.
Están, por otra parte, los
suspirantes a líderes nacionales y a contendientes serios y creíbles de López
Obrador. En realidad ellos son testaferros, esto es, obedecen a quienes los
financian. Felipe Calderón es un caso raro, formalmente y según actas ganó la
presidencia en 2006. El IFE de entonces, ni el INE que lo sustituyó, valoran
otros datos supervinientes de operaciones al margen de la formalidad. Calderón
Hinojosa, por default, debería ser un líder nacional que sin dificultad
reuniera rápido los requisitos para crear un nuevo partido. No es así porque ha
sido de origen un dirigente traidor (de Castillo Peraza) y fraudulento ¿Quién
le estará metiendo dinero a su proyecto de partido? No muchos, por lo que se
aprecia. Además, insiste en convocar a la clase media acomodada; otro caso para
la araña es Gustavo de Hoyos Walther. Director general de un despacho de
abogados, desde el año de 2016 dirige el sindicato patronal conocido como la Confederación
Patronal de la República Mexicana. Sin arrastre para ser considerado un verdadero
líder nacional, pegado a unas siglas que sí son nacionales, se la pasa
divagando en “tuíter”, desde donde promueve el movimiento para encartarse como
presidenciable. No me acuerdo como se llama su proyecto, así de interesante y
cautivador resulta; el otro proyecto es el de Claudio X. González Guajardo. Hay
poco que agregar a lo que ya exhibió el periodista Ernesto Ledesma (RompeViento
TV) sobre este líder. CXGG destaca por su opacidad para informar sobre la
relación de apoyo financiero a sus organizaciones civiles Mexicanos Primero y
Mexicanos Unidos contra la Corrupción y la Impunidad, tal vez seguir la pista
anotada por Darío Célis en El Financiero sobre la asociación civil ZIMAT. CXGG
ha sido incisivo para desprestigiar a la educación pública y a la política
social, pero nada dice en su cruzada contra la corrupción de empresas como Oceanografía,
Odebrecht, Oro Negro, OHL y otras empresas ligadas a la extracción de recursos
públicos por la vía de las influencias políticas. Este trío son la misma gata, nada más que revolcada.
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