“…la democracia real y la
justicia social exigen instituciones específicas propias, que no son
simplemente las del mercado y que tampoco pueden reducirse a las instituciones
parlamentarias y democráticas formales.”
Thomas Piketty
Ha quedado expuesto y, sin mayor
ocultamiento, el regreso de lo público como centralidad del Estado. El molde al
que se sometió el país México en los últimos decenios quedó hecho trizas por
los males que trajo. El ejercicio de los tecnócratas esgrimió la corrupción
como el causante de los males del país. Ellos se propusieron poner al centro a
la iniciativa privada con el manido expediente del desprestigio de lo público.
No es casual que el primer acto de gobierno del presidente Andrés Manuel López
Obrador haya sido la cancelación de la residencia oficial de Los Pinos.
Edificación esta que se convirtió en el búnker desde donde se planeó y concertó
el saqueo de la nación. Desde ese lugar se fraguaron los cambios constitucionales
con el visto bueno de los empresarios influyentes, con la operación de la
secretaría de hacienda dándole de comer de su mano a los partidos. Los Pinos
distribuía la información privilegiada para medios y periodistas. Se apoyó
generosamente a los think tanks para
emborronar la historia de México, además que se les encargó la deturpación de
lo público. Los entes autónomos, gestados para contener los excesos del
Ejecutivo se convirtieron en palafreneros del neoliberalismo. Su burocracia dorada,
higiénicamente aislada del pueblo, como alter
ego de los tecnócratas.
Lo público habita de nuevo el
Palacio Nacional. Desde esa sede los altos funcionarios acuerdan las decisiones
del Ejecutivo. Por las mañanas el presidente da conferencias de prensa -a
algunos les parecen homilías o sermones- las cuales han resultado un
instrumento efectivo de comunicación gubernamental. Uno de los efectos de las
coloquialmente llamadas mañaneras ha sido el restarle primicias al oficio del
columnismo, las notas escasean en novedades, se recurre a los archivos
preexistentes y a la interpretación del caso que se trate. Todas las mañanas se
desgranan pausadamente las formas adoptadas en los gobiernos anteriores para
mantener el mecanismo de la corrupción. En este ejercicio, la atención captada
hacia el robo de hidrocarburos ha sido la pieza de la agenda, reveladora de cómo
operaba el saqueo a la nación, en el cual funcionarios, empresas y cárteles
convergían para robarle a los mexicanos.
Junto con la política encaminada
a desmontar al neoliberalismo, la cual de manera directa apunta hacia los
tecnócratas y a los vividores que los secundan, se pone en marcha una
programación de políticas con el interés de fortalecer el Estado social. Ello
ha representado reorientar los recursos públicos. Falta una descripción completa
de la alteración de los recursos humanos que dictaba hacienda, no lo ha
comunicado bien el actual gobierno. Se prohibía la creación de nuevas plazas de
confianza en la administración federal y suprimían plazas para crear las
direcciones generales adjuntas. Bajo esa prohibición se alimentó la
contratación en el rubro del capítulo 3000 del presupuesto, empleos eventuales
para decirlo con claridad, sin garantía laboral alguna. Esta perversidad ha salido
a la luz pública y equívocamente se dice que es culpa de la nueva
administración.
Así va despuntando el renacimiento de lo público.
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