“Por qué siempre los que menos
tienen que decir son los que más dicen.”
La Lupe
He leído comentarios incisivos
hacia el director de PEMEX, Octavio Oropeza Romero, referidos a su insuficiente “saber
técnico” sobre la materia de la empresa que dirige (lo mismo se podría atribuir
a Manuel Bartlett al frente de CFE) Lo que sí me parece es que el encargo está
en relación directa con su jefe, el presidente Andrés Manuel López Obrador. Él
les tiene confianza para recuperar el control del Estado sobre sus empresas, a
fin de cuentas, es el objetivo estratégico que se ha propuesto y nos propuso
durante su campaña. Como toda estrategia, esta no avanza como cuchillo en
mantequilla, por el contrario, pincha en hueso dirían los taurinos y genera
inconvenientes, le exige al gobierno operar movimientos tácticos, lo que se ha
reprochado como improvisación.
Se choca con los criterios
establecidos por la tecnocracia, la cual se abrió paso para combatir la
corrupción que dejó el gobierno de José López Portillo, grupo de técnicos que
se propuso una difusa y nunca lograda renovación moral de la sociedad. Con
sofisticación -nunca tan bien aplicada la palabra pues tiene como antecedente
filológico la palabra sofisma- se vendió que por sí mismas las corridas
estadísticas y las fórmulas de cálculo eran herramientas para modernizar al
país. El saber técnico es neutral, no tiene intereses ni pasiones, se presumía.
Era el supuesto para desarticular la corrupción, “los datos duros” pues. Se requirió
de modificaciones sucesivas a la Constitución, mismo que tuvieron su tiempo
culminante durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. Y así, el saber técnico,
los tecnócratas, mejor dicho, creyeron cumplimentados los detalles de su
reinado. La extracción de recursos públicos a costa de la precariedad de
millones. Todo bajo una decadente normalización de los mercados que no se
conmovían la mayor cosa ante la proliferación de las actividades delictivas. Se
normalizaron las muertes violentas, las desapariciones, las extorsiones. Lo
valioso ha sido mantener la salud de las variables macroeconómicas. Sin
considerar ese valor intangible llamado confianza, el cual tiene sus ejes en la
honestidad y el respeto. X, Y, escamoteado en las láminas de presentación de los
tecnócratas que llevaban a Wall Street.
Es hasta ahora que se comienza a
desmontar el horror económico en el que refundieron a México, la industria del
saqueo de la cual el robo de combustible es sólo uno de sus rostros. Cuando los
que tienen mucho qué decir nada dicen. Enterarnos de las alertas del robo de
combustible que detectaba Francisco Gil Díaz. Enterarnos sobre la verdad sobre
una campaña que hablaba de la CFE como una empresa de “clase mundial cuando la dirigía
Alfredo Elías Ayub. Enterarnos, por boca de Emilio Lozoya Austin, si llegó a la
dirección de PEMEX por sus prolijas habilidades técnicas o por estar al
servicio de exclusivos intereses privados. Enterarnos, aunque sea escrito sobre
una servilleta, acerca de las concesiones o beneficios otorgados derivados de
la reforma energética que recayeron en funcionarios, exfuncionarios, políticos
o empresarios cómplices. Algo debe saber Pedro Joaquín Caldwell.
La explosión del ducto de
gasolina en Tlalhuelilpan, Hidalgo, el viernes 18 de enero de 2019, es
consecuencia anunciada del despojo sistemático al que la población fue invitada en calidad de cómplice y de chivo emisario.
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