martes, 28 de agosto de 2018

Se acabó lo que se daba


Se han cumplido nueve semanas de la histórica elección del primero de julio de 2018. Juicios, sentencias adelantadas sobre el próximo gobierno vienen y van. Todavía no anda la criatura, ya la quieren ver como velocista, o quieren que se tropiece cuando ni siquiera ha iniciado. Mientras más cunde el palabrerío la incertidumbre prima. Schrödinger nos visita.

Los informadores, los columnistas en particular, padecen la transición. En parte porque los personeros de la fuente van de salida, tienen que establecer nuevos vínculos con los que llegan. Asegurar que habrá un cambio total en el esquema de comunicación gubernamental de la próxima administración está por verse. La información del gobierno será pareja para todos o, como dicta la tradición, unos serán los agraciados.

El primero de julio se barrió a la partidocracia y surgió un partido hegemónico en tanto sustentado por los votos. Mientras tanto, no hay nuevo gobierno en funciones hasta que legalmente no haya asumido responsabilidades.

Lo que se lee en la prensa tiene la impronta de los que se van y de quienes no quieren ver afectados sus intereses. Eso pasa cada fin de sexenio. Con lo que se dispone en la cartuchera se han enfocado señalamientos a personajes como Manuel Bartlett, Olga Sánchez Cordero o Carlos Urzúa. Del primero se saca a relucir su pasado en tanto jefe de la policía política que fue al frente de la secretaría de gobernación durante la gestión del presidente de la Madrid. Bartlett, como pocos, conoce como se asentó la tecnocracia en el poder: debilitando las empresas públicas. Tiene lógica su arribo a CFE; de la ministra Olga Sánchez Cordero ya se dice que está desmantelando a Segob. Pero también resulta lógica la asunción de una persona que conoce de los avatares jurídicos de los últimos años; el otro personaje, el designado para ocupar la cartera de Hacienda, se le ha ninguneado, se le ha tachado de inexperto, el que no conoce a fondo la performance requerida para manejar las finanzas públicas. Cuando resulta lógico poner a alguien que no es cortesano del poder financiero, quien tiene las bases de conocimiento (matemáticas) para abrir los secretos mejor guardados de la hacienda pública, en el lugar donde se blanquea la corrupción y se investiga con fines políticos a los opositores.


Lo lógico no es garantía de efectividad, cabe aclarar. Pero si el cambio no es un espejismo, entonces se acabó lo que se daba.


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