Qué tiempos, cuando la política
electoral se entusiasmaba con la promoción de la justicia social. Ver el
antiguo logotipo del PRI que ilustra esta entrada, en nada se parece al logo de
la campaña de Meade. Su coalición simbolizada por unos “doritos”.
La justicia social tenía sus
principales componentes en la política agraria, la política laboral, la
educación y la salud pública. Tuvo su último impulso bajo el esquema de
economía mixta. Rectoría del Estado y protección comercial.
Cambio de paradigma. Apertura
comercial, dejar hacer y dejar pasar. Estado mínimo. El modelo cambió el
enunciado, se sustituyó con la política social para atender por índice de
marginación, atributos de edad y género. Ajustar cuentas con el pasado “populista”,
hay que procurar la inclusión dice ahora la corrección tecnocrática.
En esas estamos, sin resolver a
fondo el desencuentro social provocado por el mercado. En consecuencia, o
cayendo en la inconsecuencia, los candidatos abren su agenda para
contrarrestar, mitigar o paliar las desigualdades aceleradas por un modelo
concentrador de la riqueza.
La propuesta de Meade es la más
abigarrada pues hace piruetas para conservar el dogma económico. Usar la banca
privada como conducto de los programas sociales, subsidio al transporte y
créditos a fondo perdido para mujeres, becas para los estudiantes y que ningún
bebé nazca en condiciones de pobreza ¿Y después qué?
Ricardo Anaya es más lacónico:
promover el ingreso básico universal para todo ciudadano mexicano, una renta
proporcionada por el Estado que les garantice vivir con dignidad. Una propuesta
adoptada en Finlandia y en el estado de Alaska, Estados Unidos, entre otros
lugares.
López Obrador, en cambio,
discurre por un territorio conocido. El emblemático subsidio otorgado a las
personas de la tercera edad en la Ciudad de México durante su jefatura de
gobierno fue adoptado después por el gobierno federal. Ahora propone aumentarlo
y generar uno, a través de becas, para todos lo jóvenes. Sacar del abandono y
la pobreza a los pobladores del campo.
Esta campaña por la presidencia devuelve
a la agenda pública el tema de la redistribución, de manera convencida o
vergonzante. Si es por convencimiento es digna de fiabilidad. Si es un engaño significa
darle continuidad al extremismo económico de mercado.
La redistribución para promover
bienestar de las familias, fortalecer el mercado interno al que están vinculados
la mayoría de los empresarios y sustraerle base social al crimen organizado. Un
propósito vinculado a las acciones ciertas y efectivas de combate a la
corrupción y a la impunidad.
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