Primero un comentario
impostergable, me refiero al estilado demagógico encontrado en las palabras
vertidas por el dirigente del Consejo Coordinador Empresarial, Juan Pablo
Castañón Castañón. El 12 y 20 de marzo del año en curso, este vocero de la
ultraderecha empresarial amenazó con no ceder ni un ápice del statu quo. Se declaró apartidista y dijo
no tener candidato, como si tomar partido y tener preferencia por un candidato
fuera pecaminoso. Ahí está la demagogia, el doblez discursivo. Para
corroborarlo, en su discurso se define en negativo, da a entender de que no
comulga con el coro de “ya sabes quién”.
Ahora sí, a la materia del
encabezado. En el vendaval de noticias y opiniones que puntualmente ocurren en
año electoral, las rupturas partidistas verificadas en las tres fuerzas
políticas nacionales, tienen distintas consecuencias que nos ayudan a
comprender qué fuerza se está beneficiando y cuáles están en apuros.
En orden cronológico, la primera
ruptura a considerar se dio en diciembre de 2012 dentro del PRD. Al firmarse el
Pacto por México el PRD se escindió. Andrés Manuel López Obrador se separó para
conformar otra organización política nacional, MORENA. Ocurrió hace cinco años,
por lo que ha tenido tiempo suficiente para darle presencia nacional desfondando
al PRD, el cual se quedó en manos de burócratas de partido y sin líder carismático
que lo representara, como fue desde su origen el sello de la casa.
La segunda ruptura correspondió
al PAN a mediados de 2017. Esta fue manufactura de Ricardo Anaya Cortés, quien
evadió la disputa interna panista pues primero construyó la alianza con el PRD.
Sobre esta base constituyó su candidatura y nulificó a Margarita Zavala. Ésta
salió del PAN y ahora es candidata independiente, decisión que mermará el voto
blanquiazul.
La tercera ruptura partidista es
del PRI y se dio en noviembre de 2017, cuando se hizo oficial la postulación de
José Antonio Meade Kuribreña. Es una ruptura soterrada, sus actores no osan
ventilarla públicamente (hay excepciones). De paz simulada en el PRI, Meade se
ha vendido como candidato sin partido y ciudadano. No obstante, la ciudadanía
lo ve como el candidato del PRI, los priístas no terminan por hacerlo suyo.
En lo que va del año electoral,
las rupturas partidistas han generado afluencia hacia López Obrador, la ya
mencionada del PRD, también del PAN, del PRI y PANAL. A esto se suma una
coyuntura externa, el inicio de la declinación del ciclo inaugurado por el
Consenso de Washington (1989) que se dio con el referéndum británico BREXIT y
la elección que hizo presidente a Donald Trump en el 2016. Vientos de cambio
soplan en Estados Unidos y Gran Bretaña, Bernie Sanders y Jeremy Corbyn lo
lideran. La lectura que comparten con López Obrador en modo alguno se puede
calificar de radical, se proponen nada más una reforma del capitalismo. Se abre
un nuevo ciclo, que sea para bien.
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