“Lo único que vale es nadar en
lana, sin salir trasquilados.”
Fernando del Paso
En el antecierre de este mes de
febrero. Entre desvío de dineros públicos, triangulaciones inmobiliarias y
líderes a redimir, López Obrador provocó a los opinadores. El martes 20 de
febrero de 2018, durante la aceptación de su candidatura presidencial por parte
de la asamblea del Partido Encuentro Social, AMLO esbozó una propuesta de
encargar a especialistas la elaboración de una “Constitución” o “Código moral”.
La propuso ante la audiencia de un partido confesional y disparó los reflejos
anticlericales y de no creyentes, así haya condicionado la especie sobre el
fundamento y respeto a la libertad de creencias.
Para mi sólo abrió una
conversación sobre la moral sin atreverse a definir linderos y alcances, esto
es, abundar sobre la justificación de la propuesta, que la tiene. Vivimos en un
país donde preferimos pedir perdón a pedir permiso. En el cual la política, los
negocios y el uso de la tecnología operan generalmente desde la amoralidad. Un
país donde el cristianismo puso en un mismo paquete la iglesia, la moral y la
religión. Día con día se afirma en México, también en muchas otras partes del
mundo, el consenso de que la moral es un árbol que da moras (afirmación que se
le consigna a Gonzalo N. Santos) Pero la moral es mía y nadie se meta con ella,
así se asume. La moral se individualiza, se privatiza, siendo que es un bien
público o compartido, no funciona en solitario, se da en pareja y empareja, Tú
y Yo, Nos-Vos.
Hasta dónde la Ciencia Política y
la Economía pueden aportar a esta conversación está por dilucidarse, pues han
construido sus teorizaciones sobre la base de una orgullosa autonomía respecto de
la moral. En cambio, a partir de la Filosofía se ha hecho el trabajo más arduo
por separar a la moral de la iglesia y la religión. La Sociología nos conduce
al cómo se difunden los valores. La Sicología trabaja la veta de los constructos.
La Antropología nos da la perspectiva de la diversidad cultural. Y no es un
tema para dejar en manos de los especialistas solamente.
A lo expuesto con brevedad se
suma la oportunidad de debatir de cara a la realidad social descompuesta.
Descomposición cifrada en el horror de las estadísticas sobre la comisión de
homicidios dolosos en lo que va del presente siglo. Cuando se informa sobre los
recursos públicos malversados. Cuando se difunden transacciones económicas
fraudulentas o basadas en el engaño. Cuando, en un ejemplo local, de no pocos
automovilistas que residen en la Ciudad de México, tramitan sus placas de
circulación en otros estados para evitar la verificación vehicular o la
afectación de las fotomultas. Ante esta selecta cuenta de perlas cabe
expresarse con indignación ¡No hay moral!
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