Hace tiempo el misterio
litúrgico, el oficio, no se cultivan en la Iglesia, tampoco en el Estado. Dentro
de la globalización es en las instituciones financieras donde se guardan los
secretos de lo público. Esa variante ya la había comentado mentando a un
filósofo romano:
“Giorgio Agamben sugiere en su
investigación titulada Opus Dei
(Adriana Hidalgo editora, 2012) que posiblemente el paradigma del servicio
público, su liturgia y oficio, estén en crisis en Occidente, precisamente en
sus arquitecturas institucionales más representativas como modelo de
convivencia social: la Iglesia y el Estado.
“El posiblemente está demás, es
ya una realidad afirmativa de esa crisis. Tanto el poder espiritual del clero,
como el poder cívico político del Estado se encuentran avasallados por el poder
de las finanzas internacionales. Un poder que no se reconoce en la cosa
pública, mucho menos en su servicio. Sólo vale la promoción del interés
particular, la sociedad, para decirlo rápido, no existe.” https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=8251921317178057992#editor/target=post;postID=1058199383793255274;onPublishedMenu=allposts;onClosedMenu=allposts;postNum=0;src=postname
Los desafíos de la naturaleza,
los desafíos de la inseguridad pueden diferirse. La estabilidad financiera que
determina la conducción de lo público es donde se tiene a buen recaudo el
misterio y el orden de prioridades. Son las instituciones financieras el centro
neurálgico de la liturgia u oficio.
Es la ruta en la que fue colocado
José Antonio Meade para convertirse en el aspirante de unidad a la presidencia
que los mercados exigen. En este juego, los militantes y sectores del PRI escenifican
la parodia de sí mismos, ecos de un viejo partido y de lo que coloquialmente se
llama destape. La designación vertical del sucesor tuvo su última liturgia de
Estado para ungir a José López Portillo. Desde de 1981 la unción y el misterio
se desplazaron a los organismos financieros internacionales. De Miguel de la
Madrid a la fecha. La candidatura de Luis Donaldo Colosio fue una anomalía que se corrigió con un
asesinato.
Si el affaire Trump sacó de la nominación a Luis Videgaray en otoño de
2016, eso no significó un cambio del centro litúrgico. De hecho, en julio de
ese año se inició en firme el juego sucesorio desde el oficialismo con la
salida de Manlio Fabio Beltrones de la dirigencia nacional del PRI. Enrique Ochoa
Reza en modo alguno interfiere la liturgia de los altos secretos financieros.
Para agosto de 2017 se corrigieron
los estatutos del PRI. Se sepultaron los famosos candados que decretaban la
demostración de pedigrí, la exigencia de certificado de origen priísta para
poder aspirar a los puestos de elección popular desde la plataforma del PRI. Se
incorporó la figura de candidato externo, sin militancia, y se abrió el ostión,
dicho esto sin ánimo de rimar.
A pregunta expresa en un
encuentro con comunicadores, convocado en octubre por Los Pinos para informar
sobre la atención a los sismos de septiembre, el presidente Peña Nieto defendió
la liturgia (los misterios) de la nominación del candidato del PRI a la
presidencia. Días después, en el mismo mes de octubre de 2017, dentro de la
cumbre de negocios que organiza año con año Miguel Alemán Velasco, otro prócer
del empresariado (Claudio X. González Laporte) de manera directa se arrogó el
derecho de catapultar a Meade como aspirante a la presidencia desde San Luis
Potosí.
Lo demás ha sido bordar sobre el mismo anuncio.
El 22 de
noviembre Luis Videgaray replica el llamado destape. El viernes 24
Miguel Ángel Osorio Chong se excluye de la carrera por la presidencia. El lunes
27 Peña Nieto hace la tercera anunciación del advenido, al aceptar la renuncia
de Meade al gabinete. La proclamación posterior de los sectores ya fue
folclore.
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