Al dueño del circo no le
crecieron los enanos ¡Misión cumplida! La asamblea del PRI celebrada en el
Palacio de los Deportes el pasado fin de semana fue concisa y de poco margen
para la especulación. Por si alguien no lo tenía confirmado, los sectores campesino
y obrero totalmente aplanados, no dan ni para una nota de color, sólo
sobreviven como parte del ritual escenográfico. Ajenos a la deliberación.
Frente al pragmatismo desbocado, los estatutos y los principios, el programa,
son cosa menor: es el momento presente no la visión de futuro lo que impulsó
las definiciones. Nada que ver con el conjunto de la sociedad, ni eso de
tomarle el pulso a la ciudadanía. El depredador, quiero decir, el pragmático
vive en presente continuo.
El mensaje fue compacto y de un
solo destinatario: los grandes inversionistas. Son dos las definiciones, a la
vez complementarias, las que sustentan la afirmación planteada. La declaración
de guerra al populismo lanzada por el “flotillero” Enrique Ochoa Reza,
presidente formal del PRI. No es la corrupción, la inseguridad, las carencias
en educación y salud enemigos públicos. Esa declaración de guerra agrada a los
verdaderos hijos predilectos del nuevo PRI.
Se participa de la fobia al
populismo previamente difundida en los medios y en las redes, avalada por
académicos e intelectuales. Si uno sale a la calle o al campo, al preguntarle a
la gente sobre sus adversidades reales la respuesta no incluye al populismo. Su
preocupación está en estirar el ingreso, en conseguir a la brevedad una urgente
consulta médica, en alcanzar un lugar en los servicios de educación pública, en
las precauciones para no ser víctima de la delincuencia. Es raro que mencionen
al populismo, menos que lo consideren su enemigo. Pero Ochoa Reza señala al
populismo como el mal a combatir en primer lugar. A quién la interesa esta
definición; el inversionista.
La otra definición que apunta en
el mismo sentido es la modificación estatutaria que abre las candidaturas para
los no militantes del PRI. Una definición para engañabobos, pues de alguna
manera el candidato sin partido tendrá una identificación o predilección por el
PRI. Una verdadera perogrullada. Por eso el día de la asamblea el apartidista
José Antonia Meade Kuribreña se dejó cachondear por las bases. La sustancia
está más allá de la condición partidista, el mensaje claro es garantizar a un
tecnócrata para la presidencia después de la declinación de Luis Videgaray. A
quién le interesa esta definición: al inversionista.
Nada más terminó la asamblea XXII
y de manera fulminante pasó a la oscuridad cuando los reflectores alcanzaron a
Emilio Lozoya Austin, para que las audiencias atendieran otro caso de
corrupción anunciado.
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