miércoles, 9 de agosto de 2017

A qué juegan los políticos

“sueñan con que de algún modo van aumentar y organizar el bienestar de la humanidad. Toda la desgracia está en mirar a horizontes excesivamente amplios. Mejor es bajar los ojos con humildad, pisar tierra y discernir cuál es el siguiente paso que tengo que dar.”
Teófanes el Recluso

Llevamos décadas consumiendo reformas y nunca son suficientes. Los políticos se dan vuelo en su glotonería reformadora y la mayoría de la población queda en ascuas. Orgullosos, dicen que ahora el voto cuenta y se cuenta, que estamos abiertos al mundo en materia comercial, obviando la formación de una cultura cívica al tiempo que se infla el egotismo, la socialización del individualismo.

Hay malestar y no se le puede dar la vuelta. El mes pasado el presidente Peña Nieto fue impedido de grabar un spot en la Reserva de la Biósfera de Tehuacán-Cuicatlán, comuneros de Zapotitlán, Puebla, lo rechazaron. Esta semana, el lunes, pobladores de Chiapa de Corzo, Chiapas, montaron barricadas para impedir otro evento del presidente. Si se realizó, ni quien se acuerde: la protesta fue la noticia.

Ahora los políticos quieren disponer otras reformas. Reconocer en la ley los gobiernos de coalición y su mecánica semiparlamentaria. También quieren autorizar la segunda vuelta electoral en caso de una elección cerrada por la presidencia de la república. Genialidades para garantizar acuerdos mafiosos y legitimar la dictadura constitucional. Se dirá en favor, otras partes del mundo funcionan con estas instituciones políticas. Pero en México, con políticos que juegan para hacer negocios y sólo por formalidad hacen servicio hacia sus conciudadanos. En la clase política mexicana, como en los casinos, la casa nunca pierde. Viven de la perorata de las reformas que México necesita, evitan cuestionar sobre los políticos que México necesita. Qué va, ellos no se jubilan, aunque algunos se pensionen.

Ese manido arte de dorar la píldora está a la vista con la asamblea veintidós del PRI. Es previsible que Peña Nieto controle el circo. Los líderes con voz y voto, no el grueso de la asamblea, ni la multitud de los priístas, llegarán para acordar. Sin ofender al presidente, sin quedarse con las manos vacías por participar. Un asunto entre particulares. Si acaso, avalar una candidatura externa -apartidista- para la presidencia. Priístas, véanse en el espejo del PRD con el apartidista Mancera: la Ciudad de México se les ha ido de las manos.

Otra charanga que suena es la del frente amplio, con violines desafinados del PAN y el PRD. En el partido de la derecha la pugna está de azul tirando a morado. Hay la corriente afecta al expresidente Calderón. La corriente peñista -eso se dice- que apoya a Rafael Moreno Valle (expriísta) Están los que impulsan el frente amplio, con Ricardo Anaya a la cabeza; del partido de la izquierda está la convicción de que aliarse con el PAN le garantiza triunfos para obtener la cuota de votos y mantenerse como fuerza política nacional. La migración de militantes y la carencia de un prospecto de peso para llevarlo a la presidencia los obliga a formar un frente. El frente amplio funciona en países con cultura política, como Uruguay. Con figuras como José Mujica, lo opuesto al político deseoso de cultivar sus propios negocios.

Por su parte, MORENA es el único partido con candidato a la presidencia, todo un santo: Andrés Manuel López Obrador. Un santo que recicla desechos de otros partidos, un santo que abreva del desencanto y sus adversarios se encargan de extender la inconformidad y engrandecer la figura del santo. López Obrador, a fin de cuentas, es un político tradicional e inmiscuye a sus familiares en su negocio político. Es tan inmensa su santidad que lo enceguece, como para no ver la guerra por la Ciudad de México que se libra entre sus adoradores. 

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