domingo, 22 de mayo de 2016

Regimentar, acordar

“En la situación en la que se hallaban las cosas, sentía que todo el nervio, toda la habilidad de un ministro y un hombre de Estado consistía en desempeñar bien las funciones de alta policía”
Fouché (duque de Otranto)

Tras el desalojo de  maestros la madrugada del 21 de mayo recién de la Plaza Santo Domingo del Centro Histórico de la Ciudad de México, hasta entonces ocupada por profesores disidentes. La policía federal dispuso el regreso de los docentes a sus respectivas entidades de origen proporcionándoles autobuses para su traslado. El conflicto magisterial entró en pausa, en tiempo de deliberación al interior de las partes en discordia.

También es tiempo de volver a situar la actual coyuntura en el eje diacrónico de sus antecedentes. Para ello hay que partir de un principio de esclarecimiento: se trata de un asunto político con solución política, puede tratarse de un acuerdo o el escalamiento de la represión gubernamental. La llamada “reforma educativa” es, para decirlo en sus términos, un acto consciente por parte del Estado para regimentar al magisterio.

El asunto es político porque los profesores han sido una alianza y un apoyo para los gobernantes en turno. Sus relaciones se acuerdan periódicamente con el presidente de la república, a dichos acuerdos se ajusta el marco normativo. Acuerdos en los que la educación es negociada al tenor de las condiciones generales de trabajo entre gobierno y sindicato.

Cuando Carlos Jongitud Barrios ascendió a la dirección del SNTE en 1974 su liderazgo duró casi 15 años. Sirvió a Luis Echeverría, a José López Portillo y a Miguel De la Madrid, con quien inició el ascenso de la disidencia magisterial y se engulleron la revolución educativa de Jesús Reyes Heroles. Jongitud y su grupo llamado Vanguardia Revolucionaria fueron funcionales hasta que llegó a la presidencia Carlos Salinas de Gortari. En 1989 defenestraron al dirigente sindical, presumiblemente porque no dio buenos resultados al PRI en la justa electoral de 1988.

Entonces se encumbró a Elba Esther Gordillo pero no se modificaron arreglos que acumulaban prestaciones a la par con el deterioro educativo. Y el magisterio le dio la vuelta y domó la descentralización educativa de Salinas. El remedio resultó peor que la enfermedad. Después, la profesora pudo sobrevivir al sexenio de Ernesto Zedillo, con quien mantuvo distancias. Llegó Vicente Fox, después Felipe Calderón. Entonces Gordillo Morales se convirtió en secretaria de educación de facto, ocupando espacios en la SEP a cambio de entregar rendimientos electorales al PAN, tal como había sido en el priato, pero con más poder.

La llegada de Enrique Peña Nieto en el 2012 quedó comprometida a una serie de acuerdos con el Consejo Coordinador Empresarial, de entre ellos, el que vendría a sustituir el acuerdo histórico con los maestros. De ahí en adelante, en el 2013 se aprehende y recluye en prisión a Elba Esther y se inician los trabajos de la “reforma educativa”. Como se ve, el asunto es político de principio a fin, antes que ser educativo se procura la regimentación del profesorado. 

No se puede afirmar si hay un nuevo acuerdo por realizar con el fin de atemperar a las partes o si el gobierno opte por una política represiva. Por los pronto, el impasse bien puede durar hasta conocer los resultados de las elecciones del 5 de junio.

Un ejemplo del arreglo, del acomodo perverso entre prestaciones y proceso educativo han sido los llamados comisionados del sindicato. Destaca el caso de Humberto Moreira, quien por 30 años de “servicio” (sólo tres de docencia) se le concedió una pensión que rebasa por mucho los estándares actuales de la CONSAR.


La contradicción inocultable es que mientras el gobierno quiere encuadrar al magisterio, al mismo tiempo es incapaz de hacerlo con los políticos estableciendo un feroz y punitivo sistema anticorrupción. Promueven el linchamiento de los profesores que vandalizan la vía pública, al tiempo que protegen a los políticos que vandalizan las arcas públicas, de la mano de empresarios sin escrúpulos.

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