viernes, 18 de diciembre de 2015

La tormenta que cambió los rótulos

El 2 de septiembre de 2014, Enrique Peña Nieto alcanzó la cima. Él tuvo la seguridad de proclamar su autovanagloria como el destructor de mitos y el hacedor del giro hacia el cambio de paradigma. En la cúspide, acompañado en ese entonces de una oposición obsecuente y con la capacidad de diluir atrocidades, como las de Tlatlaya, en las que bastó la operación de la autoridad mexiquense para plantar el relato de un enfrentamiento entre supuestos delincuentes y el Ejército (la versión cambió o fue fuertemente contrastada por el relato del ajusticiamiento judicial) Así aparecía la plenitud del poder presidencial bajo un rótulo que decía: Reformador. Desde la cima, Peña Nieto se sentía ante una amplia meseta por recorrer, sin advertir la proximidad del descenso obligado para quien ha llegado a la cima. Vendría la tormenta, las tormentas, a partir de la noche de Iguala del 26 de septiembre de ése año, la exhibición de las casas de las Lomas y Malinalco, y una serie de acontecimientos lo suficientemente impactantes como para que la audiencia percibiera un rótulo distinto al que el gobierno había dispuesto, un rótulo de larga historia, más allá del tiempo del actual sexenio. Un rótulo, por cierto, no sólo distintivo del gobierno federal, ni exclusivo del sector público, ni ajeno a la sociedad civil. El rótulo dice impunidad.



Ante esta situación, la pugna de los rótulos, hacer leyes no es suficiente, se exige el eficaz cumplimiento de éstas a cabalidad, con tanta rotundidad como para recuperar la credibilidad perdida por la administración de turno. Encarecer el descenso en la aprobación popular y (re)plantear nuevas cimas por conquistar, la del crecimiento económico por ejemplo, que se antoja difícil en el actual ciclo económico adverso; también le es obligado al gobierno atender el desgaste del binomio Hacienda-Gobernación, donde las demás cabezas en el gabinete presidencial se mueven en bajo perfil. Incluso el respaldo con el que ha sido proveído desde Los Pinos Aurelio Nuño al asumir la Secretaría de Educación, no le alcanzó para desempeñarse con autosuficiencia, ha tenido que recargarse en la fuerza pública operada desde la nómina de Gobernación; se requiere diversificar la interlocución con la sociedad, no reducible al manejo de medios, ni mantenerla con un interlocutor privilegiado, los empresarios; el desgaste que representa el ejercer el poder como patrimonio de un grupo regional, el proveniente del Estado de México, como hace mucho, mucho tiempo no sucedía; adicionalmente, la representatividad social aportada por el pacto corporativo está vacía, ya no es vector de la estructura priísta. Estructura a veces relegada para darle mayor relevancia a la alianza personal/generacional de Peña Nieto con el Partido Verde. Organización ésta, repetidamente denunciada de cometer actos delictivos en materia electoral.

Afirmativamente, el actual gobierno reitera el rótulo de las reformas. Mientras, la impunidad es la negación del México reformado.
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*El título se ha tomado prestado de un cuento de Hans Christian Andersen. Para el caso de este artículo no se trata de una sustitución sino de una contrastación de rótulos. 

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