martes, 12 de mayo de 2015

World Economic Chorus

Cancún fue la sede del décimo encuentro regional (América Latina y el Caribe) promovido por el legendario señor Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial. De empresarios para empresarios, con la dedicación de difundir la panacea del libre comercio. Se trató de un evento franquicia del que se celebra anualmente en Davos, Suiza, durante el invierno. La reunión de Cancún se efectuó en primavera, del 6 al 8 de mayo.

Para la mayoría de los medios el evento no incorporó mayor relevancia internacional, fue más bien como un encuentro doméstico a los que asiste cotidianamente el presidente de la república. No logró convocatoria de admirarse entre los mandatarios de la región, sólo honraron el Foro los presidentes de Haití y Panamá. Como es ya habitual en este foro, con mayor fuerza desde la caída del Muro de Berlín, la discusión de ideas se ha transformado en un coro de la hegemonía de nuestro tiempo. En la medida que los asistentes piensan igual o asumen un mismo paradigma económico, sólo Joseph Stiglitz los vino a incomodar. Disonancia, disidencia, diversidad, son palabras extrañas en este Foro, pues lo participantes están totalmente convencidos, indoctrinados. Sin nada relevante que aportar al mundo, en el refrito de la competitividad y la productividad.

El evento fue ocasión para el examen del presidente Peña Nieto ante un único sinodal: el señor Schwab. La exposición del Presidente de México, bajo estas circunstancias, no tuvo originalidad y mucho de protocolaria. Fue más bien la declaratoria de adopción de fe ante el sumo sacerdote, como un rito de iniciación ante la más alta autoridad del “neoliberalismo”, el cual exigía la sumisión del discípulo y converso, obviando una aguda e inteligente discusión. Las preguntas del sinodal no descompusieron al expositor, respondía con la mirada fija en su interlocutor.

El examen no reflejó miedo a las palabras, ni equívocos (Ricardo Alemán: http://www.eluniversalmas.com.mx/columnas/2015/05/112531.php). El examinado hizo un ejercicio de impostura (RAE: 2.f. Fingimiento o engaño con apariencia de verdad) respondió como político, no como jefe de estado ante este improvisado templo de los mercaderes.

Las preguntas no fueron difíciles, no al menos para quien estuviera dispuesto a encarar la realidad, sin rodeos. No es el caso de Peña Nieto. Se le preguntó sobre el legado que aspira dejar, sobre la insatisfacción de lo no logrado, sobre la falta de confianza, por la falta de progreso en Latinoamérica y el combate a la criminalidad. Respondió sin confrontar, cosas como decir que el sexenio es muy poco tiempo para “lograr la mayor prosperidad de la sociedad mexicana”. Luego se puso hablar sobre “la mayor satisfacción” por las reformas logradas. Al interrogatorio sobre la falta de confianza salió con la vacilada de que la sociedad es inmediatista, “espera encontrar respuesta y solución de forma inmediata”. La pregunta sobre el progreso de Latinoamérica la evadió, sólo alcanzó a deslizar que Colombia, Chile, México y Perú son grandes cuates. Y respecto a la criminalidad hay que echarle la culpa a la geografía.



No dijo Peña que aquí en México el mercado es de naturaleza truculenta, que existe un cartel de las constructoras, de que la semiesclavitud es realidad viviente -como en el Valle de San Quintín- o cómo las empresas mineras devastan el medio ambiente, por dar ejemplos de reciente exposición mediática.


El señor Klaus Schwab haría muy bien en pasar una temporada en México, seguro pondría a revisión sus teorías, al menos modificaría su estructura de cuento de hadas.

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